30/07/2022
 Actualizado a 30/07/2022
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Decían que querían contar lo que sentían, no lo que debían decir. Y sentían muchas cosas. Sentían asco, por ejemplo, y sentían rabia y también se sentían tristes y a veces eufóricos sin motivo. Querían escribir como quien arroja palabras a la cara del que las lee. Como quien va a atar sus manos y a darle esas palabras a cucharadas, quiera tomarlas o no. Porque es lo que hay.

Los ‘Angry Young Men’, los Jóvenes Airados, fueron un puñado de escritores y dramaturgos británicos que a mediados del siglo pasado evisceraron a la clase obrera. Mostraron la amargura de los trabajadores y la desorientación de los jóvenes, que eran ellos mismos. No pude evitar acordarme de los Jóvenes Airados estos días, mientras leía ‘Facendera’, de Óscar García Sierra.

Alan Sillitoe fue uno de los Jóvenes Airados más destacado. El protagonista de su novela ‘Sábado por la noche y domingo por la mañana’, Arthur Seaton, tiene veintidós años y trabaja en una fábrica de bicicletas en Nottingham desde los catorce. Arthur sólo espera a que llegue el fin de semana para beber cerveza hasta caer redondo y para acostarse con chicas.

Como los tiempos han cambiado algo, el protagonista de la novela de García Sierra está estudiando en la universidad, en Madrid, pero igualmente su desconcierto ante la vida le produce ansiedad, ansiedad que calma comiendo ‘ladrillos’, es decir, ansiolíticos. Porque dentro de él vive un animal que está «triste o hambriento». No es el único, sino que los ladrillos los toman muchos en el pueblo del que viene, un pueblo minero en el que han cerrado las minas, en el que no se ve un futuro claro y en el que están dinamitando las chimeneas de la central térmica.

Este pueblo no tiene nombre en el libro, pero García Sierra lo conoce bien porque es -y no es- La Robla, cuya chimenea fue derribada este jueves. No creo que la novela de García Sierra pretenda sólo ser una lectura de futuro al estilo de las de Casandra -o sí, entre otras cosas, mejor que lo diga el autor-, perotomo su título para decir también que levantar una comunidad es una cuestión de todos, una facendera.
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