11/12/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Se ha puesto de moda en España hablar de extrema derecha a raíz de la irrupción de un nuevo partido político, que da la impresión de que, guste o no guste, ha venido para quedarse. Nunca un partido ha tenido tanta publicidad con tan poco gasto. Sus enemigos son sus mejores aliados. No es nuestro objetivo ahora defenderlo ni reprobarlo. En todo caso no parece que dicha formación política proponga la utilización de la violencia o el saltar la legalidad, características propias de la extrema derecha y de la extrema izquierda. No obstante, el pánico a que dicho partido se afiance hace que algunos lo tilden de extrema derecha, fin de que la gente no lo vote. Así mismo resulta significativo que no se descalifique con la misma intensidad a la extrema izquierda, aun cuando ésta justifique la violencia y la vulneración de las leyes. Como siempre, dos varas de medir. La derecha es mala por naturaleza y la izquierda monopoliza la superioridad moral.

¿Pero por qué ha nacido este partido político tan de moda? ¿Quiénes son realmente sus progenitores? Sencillamente, todos los demás partidos.

Unos, desde la izquierda, por su obsesión de desacreditar una serie de valores que han formado parte importante de la sociedad española: la familia, la vida, la libertad de educación, la fe cristiana…

Otros desde una derecha acomplejada y cobarde que ha renunciado a una serie de principios que parecían formar parte de sus programas. Uno de los momentos más vergonzosos fue el parón en seco del proyecto de ley del aborto que pretendía acabar con una ley anteriormente criticada, pero acabando por asumirla sin escrúpulos. Hay que decir en honor a la verdad que parece que los nuevos líderes han tomado nota de ello.

Existe un tercer grupo, emergente, que promete regenerar la sociedad española, pero tampoco ofrece garantías por su ambigüedad, de forma que votándole no se sabe en realidad a quién puede ir ese voto. Bien puede atribuírsele la tibieza de la que habla, calificándola de vomitiva, el Apocalipsis.

Y, por supuesto, pensamos que parece lógico que la aparición de una extrema izquierda que ha contaminado a los que hoy gobiernan, así como los paños calientes con que se ha afrontado el separatismo, hayan provocado el hartazgo de muchos electores.

Finalmente, la esperpéntica situación que vive España en este momento, sin que se dé opción a que el pueblo decida el futuro, es razón más que suficiente para que aquellos que han podido hacerlo en Andalucía manifiesten y encaucen su cabreo.
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