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Extranjeros de sí mismos

30/04/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Vuelvo de Londres de presentar la edición en inglés de ‘Luna de lobos’ en un acto al que asistieron muchos españoles, entre ellos unos cuantos leoneses que me abordaron al acabar la presentación, como es natural. Tanto los españoles en general como los leoneses en particular me contaron que estaban allí por estudios, por trabajo o por amor y, excepto alguno, todos me confesaron que su intención es volver a España algún día, pero, al contrario que los catalanes o los madrileños, pongo por ejemplo, los leoneses me reconocieron que saben que no podrán regresar a su tierra de origen si no es de vacaciones o cuando alcancen la jubilación ¿Qué vamos a hacer allí si no hay nada?, se lamentaban con resignación.

Esta misma semana, el catedrático de Geografía de la Universidad de León Lorenzo López Trigal hacía público un estudio académico sobre la demografía de la provincia leonesa en el que, entre otros datos ya conocidos, destacaba el de que el 37 por ciento de los nacidos en ella, o sea, uno de cada tres leoneses, vivimos ya fuera de ella, sea por propia voluntad u obligados por las circunstancias. La tendencia, que va en aumento además, explicita la caída libre en la que está sumida la provincia, incapaz de retener a sus pobladores y especialmente a los más jóvenes, que son los que están abandonándola en mayor número. El problema es que ello no sólo ocurre en los pueblos como antes, sino que las ciudades pierden también población, cosa muy fácil de comprender si recordamos de lo que vivían: de dar servicios al mundo rural, tanto el agrícola como el minero, hoy ya desaparecidos por completo. Los comerciantes y los funcionarios no se bastan por sí solos para mantener las constantes vitales y demográficas de una provincia que además ha perdido toda su industria en muy poco tiempo.

Vista la situación, a quién le puede extrañar que los leoneses que ya han abandonado la provincia buscando un futuro lejos de ella no piensen en regresar como sí sucedía con los emigrantes de los sesenta y setenta. Al contrario que éstos, los emigrantes leoneses de hoy, gente preparada y joven, no contemplan ni remotamente la posibilidad de volver a vivir a una tierra cada vez más empobrecida, envejecida y donde ni siquiera tendrían asegurada la supervivencia. Convertidos en extranjeros de sí mismos como aquellos excombatientes de la película de Rioyo y López Linares, intentan vivir como si de verdad lo fueran y más en un Reino Unido donde la amenaza inconcreta del Brexit les puede poner en el disparadero a muchos. Pero prefieren esa inseguridad a la muerte en vida que su patria chica les ofrece y que ven con toda su crudeza cada vez que regresan a ella de vacaciones, por más que en el verano o en Navidad León sea un espejismo merced a su propia presencia y a la de que quienes como ellos han tenido que marcharse como otros lo estarán haciendo en este momento.
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