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Éxtasis de San Google

08/04/2021
 Actualizado a 08/04/2021
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El cierre perimetral de los reinos de taifas que dan colorido esperpéntico al trozo de tierra llamado España, me obligó a dirigir mis pasos durante unos días de asueto en Semana Santa a la ciudad amurallada de Ávila. Sin duda, las expectativas iniciales que barruntaban mi cabeza al salir de tierras leonesas se vieron cumplidas con creces, pero la casualidad me regaló una prueba material y sin fisuras del Gran Hermano en el que vivimos, en el que la mayoría de los mortales somos meros peones, que pasamos de casilla a casilla, pensando que lo hacemos libremente, cuando realmente somos dirigidos por unos intereses económicos que se escapan a nuestro corto entender.

Lo más kafkiano de todo es que los ingredientes que dieron lugar a la visión de la que fui testigo tienen orígenes espaciados en el tiempo de más de cuatro siglos. Quién le iba a decir a Santa Teresa de Jesús que el Convento de San José de Ávila que fundó en 1562, habitado desde entonces por monjas de clausura, iba a ser el escenario de un acontecimiento que demostrara que estamos vigilados continuamente. No me refiero a un Padre Celestial, que según la religión muta el nombre de su DNI, sino a un Ser Supremo mucho más terrenal y tecnológico. Y, por si fuera poco, todo lo sucedido fue endulzado por un sabroso arroz con leche de almendra.

Una vez cumplida la obligación de recorrer la muralla abulense y la Catedral junto a mi mujer y nuestra heredera, decidimos acercarnos al Convento de San José para ver algunos de los objetos que supuestamente acompañaron a la santa durante su vida llena de éxtasis. Además, nos parecía curioso visitar un lugar en el que desde hace siglos decenas de mujeres han decidido voluntariamente confinarse hasta su muerte, cuando fuera de sus muros estamos intentando desde hace meses huir de un confinamiento temporal. Sin duda, perspectivas antagónicas de cómo transitar por el valle de lágrimas o de sonrisas de la vida, según cómo se mire.

Tras llamar a un timbre y escuchar un ‘Ave María Purísima’ procedente de la parte posterior de un torno de madera, esa misma voz femenina nos pidió unos minutos de espera hasta que llegara la persona que se encarga de mostrar las zonas visitables del edificio. Una de las muchas anécdotas que dicho individuo nos contó para demostrar la vida reglada y rutinaria de las inquilinas del convento es que un día concreto al año, las Carmelitas Descalzas toman de postre arroz con leche de almendra. Una peculiaridad que no debería tener más importancia si al día siguiente no le hubiera saltado en el móvil a mi santa, nunca mejor dicho, como noticia destacada la receta de arroz con leche de almendra. Un postre que ambos desconocíamos hasta el día anterior y del que les aseguro no hicimos ninguna búsqueda en Google. ¿Se les ocurre alguna explicación que justifique esta casualidad en el tiempo, sin utilizar el comodín del milagro?

A mí sólo se me ocurren tres posibles teorías para explicar lo acontecido. Que el guía esté en nómina de Google y que tras pasar un escáner escondido en un crucifijo consiguiera el número de móvil de mi mujer y al marcharnos, diera la orden de que nos llegara la receta del postre en cuestión. Que quien estuviera a sueldo de San Google fuera la monja que nos habló oculta tras el torno de madera. O que a pesar de que durante la visita, el móvil de mi mujer estuviera en el interior de su bolso, por algún motivo supuestamente inexplicable alguien, o mejor dicho algo, estuviera escuchando al otro lado del micrófono, para posteriormente recordarnos lo que realmente nos interesa, aunque nosotros no lo sepamos. Y lógicamente, todo ello de manera altruista y sin ningún tipo de interés espurio. A ver si resulta que los que pensamos que somos libres, no lo somos tanto, en comparación con los que han elegido la vida contemplativa.
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