Expresión y libertad

Ayer, pude disfrutar de una representación teatral en la que se daba vida a uno de los Esperpentos de Valle Inclán, ‘Los Cuernos de don Friolera’. En ella se hace una crítica feroz al machismo imperante en la época, no muy diferente al presente a día de hoy. Pero también se hacen múltiples alusiones irreverentes y lesivas hacia la soldadesca y las fuerzas del orden del momento. Mientras la obra iba transcurriendo, más me daba cuenta que quizás hoy, el autor estaría encausado en la Audiencia Nacional, y seguramente los cómicos representadores ya habrían disfrutado, al menos durante unos días, de las excelencias carcelarias patrias. Esta obra pronto ha de cumplir los cien años y aun así goza de buena salud, en lo que se refiere a la expresión de formas y maneras y la libertad para ponerlas de manifiesto y hacerlas conocer a toda la sociedad. Con los vientos que corren actualmente, no tengo del todo claro que algo semejante, escrito y representado por primera vez y sin contar con el brillo de lo clásico, por parte de cualquier creador que se mantenga fuera del ‘stablisment mediático’ regulador, fuera capaz de resistir el empuje de esos veladores de lo tradicional, de las buenas formas, del respeto incondicional, irracional y sin fisuras a aquellos que no en pocas ocasiones han dado muestras evidentes de incompetencia y de irrespeto a las libertades y derechos de muchos ciudadanos. Ciudadanos que ejerciendo su libertad, y sin subvertir ningún ordenamiento moral, ético, cívico o social, han visto como han sido ninguneados, insultados, despreciados, cuando no, han sufrido en sus carnes, y en las de sus obras, el escarnio público y el peso de la ley. Esa ley que antes y ahora solo reconforta y arropa a quienes quieren mantenerse en el inmovilismo más absoluto y en lo que ellos entienden como rectitud de formas y maneras. Si todos aceptásemos sus pautas dichas, que no hechos, a buen seguro que aun viviríamos como en los tiempos en que Atapuerca era poco menos que Marbella hoy.