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Experimentos: ARCO y yo

09/07/2021
 Actualizado a 09/07/2021
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Esta semana han sucedido dos cosas aparentemente inconexas: se ha inaugurado ARCO y yo me he teñido el pelo. Sobre ARCO hay que decir que es la primera feria internacional de arte que se celebra después de la pandemia; que es un laboratorio, un experimento postpandémico (lo de que nos encontremos en el momento ‘post’ no lo tengo tan claro);que el mundo entero (de la cultura) nos examina bajo el microscopio. Sobre mi pelo hay que decir que he sentido el impulso, no sé si postpandémico, de cambiar de imagen. Nunca había pensado que oscureciéndome el cabello me podía convertir en otra persona. O, más bien, con el cambio de color veo el mundo de otra manera y, supongo, el mundo también me ve a mí de otra manera. Entre las mascarillas y la melena oscura, mucha gente no me reconoce. Paseo por los stands de ARCO como una completa extraña. Que en el fondo es lo que soy y es lo que hay que sentir en una feria de arte contemporáneo: extrañamiento. Verlo todo con curiosidad genuina, desde fuera, los azules de Juan Uslé o la videoinstalación de Óscar Muñoz. Después ya vendrá el análisis y el sentido crítico. Además, es que yo soy extraña y esta es una feria extraña. Participan solo la mitad de las galerías, 130. Hay más mujeres artistas, todo un programa dedicado a ellas (el bellísimo tapiz de Dominique Gonzalez-Foerster). Hay una jornada dedicada al arte y sostenibilidad, liderada por Francesca Thyssen-Bornemisza. Hay un bosque de 80 abedules. Y se respira emoción. Emoción por haber sobrevivido, por volver.

Y después, está esa cosa tropical que flota en el ambiente: en vez de hacerlo en febrero este año se celebra en pleno verano, así que las señoras llevan vestidos largos de algodón, sandalias y bolsas de rafia, los caballeros, camisas de lino de manga larga y chinos. Todo el mundo está ligeramente bronceado, y sonríe más. Lo cual me lleva de nuevo a mi pelo. La feria se disfraza de trópico; yo me disfrazo de morena. Y todo cambia. Cuando se me pega el pelo a la cara por el sudor, los mechones parecen cicatrices, arañazos. Si inclino la cabeza, las guedejas que se caen son oscuras como una maraña de zarzas. Pero lo más raro es que no me reconozco. Cada vez que me miro a un espejo me sobresalto.

Quizá los visitantes de ARCO tampoco se reconozcan en esta nueva feria, más sostenible, más comprometida, que empieza a mirar el arte como algo que puede cambiar el mundo. ¿Quién sabe lo que sucederá mañana? Así que aprovechemos para experimentar todo lo que podamos.
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