Secundino Llorente

Existe el acoso porque lo permitimos

20/10/2022
 Actualizado a 20/10/2022
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Hoy por hoy, el asunto que ocupa el primer puesto en el ranking de los problemas de un colegio o instituto es, sin lugar a duda, ‘el acoso escolar’ porque sus consecuencias pueden ser graves para el resto de la vida de la persona afectada con episodios de estrés, trastornos de ansiedad, crisis de pánico, depresión oaislamiento social en unos niños cuando están empezando la vida y les afecta de tal manera que incluso pueden llegar al deseo de quitársela. Este tema debe ser, sin lugar a duda, el principal objetivo en la Programación General Anual que hoy se está elaborando en los centros escolares. Nuestra definición de acoso escolar (o Bullying) es el maltrato físico o psicológico deliberado y continuado que recibe un alumno por parte de un compañero o un grupo de compañeros que se comportan con él cruelmente con el único fin de someterlo y asustarlo. Viene a ser la repetición continuada de ofensas de estos agresores que presumen de superioridad sobre su víctima con insultos, difamaciones, amenazas, chantajes, robos o golpes que provocan el aislamiento total del acosado que se encuentra en una sensación de indefensión e inferioridad.

Rosa Montero publicó en ‘El País’ el 21 del 11 del 2021 un artículo titulado ‘porque lo permitimos’. Este excelente escrito sobre el acoso fue el elegido para ser el analizado en el comentario de texto por todos los alumnos que se presentaron en junio a la selectividad en Castilla y León. Muchos miles de alumnos castellanoleoneses se pasaron noventa minutos reflexionando sobre este texto y dejando escrita su opinión sobre este tema. He corregido durante muchos años estos comentarios de texto y he llegado a la conclusión de que si el alumno conoce y vive el tema el resultado suele ser excelente. En este caso, los correctores de esta prueba en León me confirmaron que jamás habían sentido tanta implicación, complicidad y compromiso de los alumnos con un tema como en este caso. Yo sé, por experiencia, que para los alumnos de secundaria este asunto es el primordial y capital en sus vidas. Enlaza su artículo Rosa Montero con un estudio que asegura que más de un millón y medio de alumnos españoles menores de 18 años, justamente la edad de los examinandos de selectividad, están sufriendo el auténtico calvario del acoso. Rosa va pasando lista a una serie de casos que llegaron al suicidio con fechas, edades y causas. Ella asegura que estos casos fatales son sólo la punta del iceberg y que las víctimas son cientos de miles.

Hace sólo tres semanas, Saray, una niña zaragozana, de 10 años, ha intentado suicidarse al arrojarse por la ventana de su vivienda, sólo dos días después de comenzar las clases y de que sus familiares acusaran al colegio por permitir el ‘bullyng’ que empujó a la pequeña a atentar contra su propia vida. Antes de acometer el terrible suceso, la pequeña escribió una carta en la que describía el sufrimiento que padecía en el colegio por los supuestos insultos racistas y agresiones de los que era víctima desde el año pasado. En el escrito se despedía de sus padres y de su abuela, que reside en Colombia, por última vez. Mientras en el colegio nadie veía nada, un grupo de niñas «le decían sudaca de mierda, vuelve a tu país», o «puta colombiana, no vas a tener amigos». Le golpeaban, le tiraban del pelo y le mojaban la ropa. El infierno vivido con sus compañeras le hizo repetir curso, lo que para la niña fue un alivio, pero al volver a clase este curso, se encontró con que el acoso escolar persistía, esta vez en un curso menos. No pudo soportarlo más. Se tiró desde la ventana de un cuarto piso, al volver del colegio. Creo que no tiene desperdicio ni una sola letra de párrafo final de Rosa Montero: «Ya va siendo hora de tomarnos en serio esta panda de depredadores, este sufrimiento. El mal existe porque lo permitimos». Gracias, Rosa, por esta exposición, muy difícil de superar.

Es normal que un director de un instituto o colegio tenga que solucionar algún episodio, más o menos grave, cada mes. En la etapa anterior a internet nosotros siempre asegurábamos a nuestros alumnos que el acoso finalizaría inmediatamente si era conocido por el equipo directivo. Si un profesor, un tutor, el coordinador de convivencia, el orientador o el delegado nos comunicaba el menor indicio de acoso, se activaba un protocolo urgente que tenía como finalidad reanimar al acosado y neutralizar al acosador. Los acosadores escolares pueden llegar a ser crueles, pero son muy niños y debería ser fácil ‘anular’ su acoso a esas edades. Con la llegada del cyberacoso la complicación es tremenda. Por mensajes de Whatsapp el acosador difunde amenazas, calumnias, falsos rumores, mentiras o insultos que provocan un malestar en la víctima. Este acoso ya no se da en el colegio, aunque está en el colegio.Los centros escolares están obligados a actuar también ante casos de Ciberbullying, aunque ocurra fuera del centro.

Estoy convencido de que todo acoso finaliza a los cinco minutos de ser conocido por el tutor o el equipo directivo. Lo importante es romper el silencio y encontrar un atajo fiable para descubrir el acoso. En mi experiencia directiva tengo que agradecer la ayuda de las juntas de delegados. Si el director de un centro escolar hace ‘piña’ con los delegados y se gana su confianza podrá contar en cada clase con los ojos del delegado que le comunica lo que sucede en el grupo. Si el delegado es listo, se dará cuenta rápidamente del acoso a cualquier compañero, se lo comunica al tutor o director y problema resuelto. Así de fácil y sencillo. El acoso se alimenta de silencios y se muere cuando se le descubre.Estoy en total acuerdo con Rosa Montero: «El acoso escolar existe porque lo permitimos».
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