Exhibición impúdica (Sharpe, T.)

No pasará a los anales de la literatura como una gran obra, pero es divertida, amena, entretenida, aunque no exenta de cierta amargura si se analiza su trasfondo, la necesidad de exhibir lo conseguido. El diputado popular, ese que ya se está preparando para serlo de nuevo, ese que logra estar sin que se note, porque poco o nada hace, ha presentado ante la opinión publicada sus títulos académicos. Cómo si tenerlos te vistiera del prestigio que sólo se consigue con trabajo y dedicación, aunque quién solo se ha dedicado a menesteres políticos, difícil tiene conseguir prestigio laboral. Quién conoce el mundo de la política, quien sabe de verdad la total dedicación que exige, o debiera exigir, la labor pública, no entenderá muy bien como alguien que pasó de ir en pantalones cortos a vestir traje con corbata a diario, que lleva desde pequeñín en la política, como es posible que tenga tiempo suficiente para conseguir una tras otra, tanta titulación. Cabría preguntarse si es posible hacerlo sin dejar de lado las funciones encomendadas al servicio de lo público. Si quienes nos representan se dedicaran a defender los intereses de los ciudadanos, si asistieran a todos y cada uno de los plenos, a todas y cada una de las comisiones, si de verdad se implicaran en ellas y no fueran meros pasmarotes dispuestos a levantar el brazo o apretar el botón siempre que le manden, si dedicaran tiempo y esfuerzo para reunirse con sus representados, con todos, no solo con aquellos que les permite pisar alfombra gruesa y moqueta modernista, si mancharan las suelas de sus zapatos italianos con la tierra de los pueblos, sin esperar venias, sin sombrerazos, sin cenas, sin pasteles con agujero, sin refrescos de cola, si de verdad se ocuparan de conocer lo que afecta a quienes les han elegido, incluso a los que no lo hemos hecho, quizás entonces tendrían menos títulos académicos y más reconocimientos sociales. Los populares tienen y se merecen a gente con títulos, o no, pero sobretodo con valía.