Excusitas

Aún recuerdo con cierto temor aquellos días en los que, siendo pequeño, unos señores con bata y unas grandes bolsas aparecían por la puerta de clase. «Son los de bucodental». Esas cuatro palabras generaban en mí un pavor inigualable e inexplicable y es que por algún motivo que realmente a día de hoy desconozco meterme esa dentadura postiza rellena de flúor en la boca suponía para mí un reto cercano al de tratar de batir el récord mundial de apnea.

Aquel programa de salud bucodental de la Junta de Castilla y León que desconozco si siguen padeciendo los niños que van ahora al colegio servía para desatar mi imaginación y la de todos mis compañeros, en una especie de competición para poner la excusa más surrealista y a la vez creíble. Lo cierto es que aquellos señores no se querían pillar los dedos y a la más mínima credibilidad pasaban por el aro.

El caso es que estos días los informativos abren con la vacunación masiva de nuestros niños, en este caso contra el Covid, aunque lo cierto es que poco debería importar eso. Y es que muchos padres están impidiendo a sus hijos poder protegerse contra el virus por absurdos pensamientos que van a comprometer a sus niños, poniendo excusas como aquellas que nos inventábamos en el colegio hasta por razones políticas.

Y es que estoy seguro de que el 99% de esos padres no puso absolutamente ningún impedimento a que sus hijos se vacunasen con un mes, ni con dos, ni con tres. A esas alturas su frágil bebé llevaba ya más pinchazos en los muslos que los que suponen inmunizar del Covid a una familia de 4 miembros. Cada uno de ellos, con vacunas compuestas por los mismos ingredientes desconocidos que la que ahora se deben poner.

No estoy a favor de la vacunación obligatoria, pero sí a favor de recuperar nuestra vida y eso pasa irremediablemente porque cada persona pase por el pinchazo de marras. Está claro que cada persona debe tener libertad para tomar la decisión que desee, pero si esa elección coarta la del resto para recuperar la normalidad... ¿qué pesa más?