15/04/2020
 Actualizado a 15/04/2020
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Que la lectura puede ser para el espíritu, entre otras cosas, –dependiendo de la actitud y permeabilidad del lector– aliviadora y reconfortante lo sé por íntima experiencia. Lo he probado, una vez más, este domingo cuando Elvira Lindo, ante el convocado apagón cultural –por sentido común posteriormente anulado a última hora–, escribía: «Ahora más que nunca» –título de su artículo– «…Nuestra presencia está para dar aliento».

No es el párrafo anterior mi posicionamiento en el que estimo indiscreto y lamentable debate entre el «mundo de la cultura» y el ministro del ramo y, en por ende, el gobierno. Debate, para mí, bastante alejado del mundo y ramo con que se distinguen. Y, menos aún, que el alivio y confortación que sentí signifique que me tenga por integrante de alguno de ellos. Ya dudo entre si soy un nefasto e «incurable aprendiz de escribidor» o tan solo un hombre amante del silencio que escribe sus pareceres, los airea y, algunos privilegiadamente, acaban impresos o reproducidos aquí o allá. Lo que, aun no entendiéndolo, sí siempre agradezco.

Casi mediado ya el artículo, les informo que los últimos puntos suspensivos del primer párrafo sustituyen u obvian la frase «hemos de ser espejo de las vidas ajenas», deber o propósito para el que me declaro manifiestamente incompetente. Y más les vale que así sea: que bastante bien me sé.

Harto del lenguaje guerrero de unos en la información sobre la pandemia y del belicoso –en su acepción de agresivo y pendenciero– en el quehacer político de esos otros carentes de memoria y de los mínimos escrúpulos morales; harto ya del buenismo místico-cultureta que cree o desearía creer –previa irracional abstracción histórica– que, cuando esto acabe, todo será más humano y seremos todos mejores como natural consecuencia de esta pesadilla real que ficción parece, les animo a dedicarse parte de este inesperado tiempo disponible a hacerse lo que José Luis Sampedro llamaría «mineros de sí mismos», a examinar tranquila y exigentemente qué razones han dirigido nuestros habituales días, cuáles informan estos de encierro; en cuáles queremos fundamentar los abiertos por venir.

Somos y seguiremos siendo nuestros actos y ya ve cómo muchos especulan con lo preciso para todos, cómo otros ya pretenden que todos, sobremanera los más débiles, paguen, paguemos el desastre.

Piquemos, excavemos hasta dar con nuestra mejor versión. Falta nos hará voluntad si deseamos soportar espejos y conciencia.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. ¡Venceremos!
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