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Evangelina y el chau chau

08/03/2020
 Actualizado a 08/03/2020
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Seguimos con historias de quienes se aferraron a no abandonar su tierra, de gentes que sólo entienden quienes también se aferraron a una casa, a unos recuerdos, una vida contra toda lógica según la forma de ver la vida de aquellos que creen saber la verdad.

Historias como la de Evangelina, la de Los Llanos de Valdeón, que nació y murió allí.

Creció como tantos, entre peñas y bebiendo la leche recién ordeñada de vacas y cabras, subía a los lugares donde la gente se despeña para coger tila que se vendía a buen precio, para bajar las cabras que falta hacían en casa...

Y joven quedó embarazada y fue madre soltera porque le dio la gana, porque se bastaba y sobraba para hacer su vida, libre como fue siempre.

Cuidó de hijos ajenos, de señores, trabajó con su hija en brazos, escondió a su padre en la tenada de las iras de aquellos años de ira, no tendía ropas de hombre en la cuerda porque no había hombres en casa —padre vivía pero no existía— y levantaría sospechas y escopetas, una bala perdida le inutilizó una muñeca... y se alquiló de porteadora de material para construir el refugio de montaña. Subía cuatro veces al día hasta Collado Jermoso con 40 ó 50 kilos al hombro, cobraba al peso, el cemento la dejó calva pero jamás bajó los brazos. Una hija que sacar adelante era un contrato que no iba a romper por nada del mundo.

Cuando se acabó el trabajo de porteadora decidió emigrar, si lo habían hecho otros también ella podía. Y pudo. No la asustó el trabajo, gigantes a Evangelina. No la derrotó el esfuerzo, pero ese vivir lejos y no entender lo que la gente decía descorazonaba su enorme corazón. En cuanto pudo regresó.

Y se quedó allí, mirando a las peñas que escaló. Paseando con el nieto con el que también se crió. Contando una historia de cada camino y de cada casa. Sin ningún reproche. Y cuando le preguntas si mereció la pena la batalla mira a su nieto y dice «claro». Y si le preguntas por el regreso de aquellas tierras del chau chau mira al horizonte de nieve, te invita a que lo hagas tu y musita «esto es vida».

Si la pudieras ver lo entenderías. Si no hablarás al tun tún, puro chau chau.
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