Eva Loureiro: "Soñar con una vida mejor no debería de ser ilegal"

La autora ferrolana acaba de publicar en el sello leonés Eolas la novela ‘Los gatos no tienen casa’, donde aborda el tema de inmigración ilegal de menores

L.N.C.
24/02/2022
 Actualizado a 24/02/2022
La escritora gallega ha publicado en el sello leonés Eolas la novela ‘Los gatos no tienen casa’.
La escritora gallega ha publicado en el sello leonés Eolas la novela ‘Los gatos no tienen casa’.
Eva Loureiro Vilarelhe, escritora gallega asentada en Ferrol, licenciada en filología portuguesa y doctorada en teoría de la literatura y literatura comparada, colaboradora habitual del programa de reseñas literarias de la emisora Cope Ferrol, y bloguera interesada en divulgar su creación poética en gallego. Tras darse a conocer lanzando por iniciativa propia una saga familiar dividida en tres novelas, acaba de publicar su cuarta novela bajo el sello leonés de Eolas Ediciones: ‘Los gatos no tienen casa’ (2021, Colección Narrativa, 220 páginas), en la que narra las peripecias de una pandilla de amigos que decide acoger a un nuevo miembro, diferente en todos los sentidos. No sólo debido al color de su piel o a su lejano país de procedencia, sino también por no haberse criado precisamente entre algodones, como la mayoría de ellos. Los prejuicios, los desencuentros culturales, y hasta los equívocos ocasionados por el desconocimiento del idioma, son cuestionados mediante una creciente amistad que se fragua al calor de la tolerancia y la solidaridad.  

– ‘Los gatos no tienen casa’ es tu primera novela publicada por Eolas Ediciones, y también supone tu salto a la edición tradicional.  
– Sí, anteriormente he editado por mi cuenta una trilogía de novelas y, gracias a eso, Héctor Escobar se cruzó en mi camino. Le estoy enormemente agradecida por haberme concedido esta oportunidad, y espero que continuemos publicando juntos las novelas que teníamos pendientes.

 – Entonces, ¿se trata de tu cuarta novela?
– En realidad es la sexta y la penúltima que he escrito. La pandemia trastocó nuestros planes por completo. De hecho, terminé esta novela justo antes del confinamiento y fue la elegida por Héctor para publicarla en primer lugar. En cierto sentido, también debido al clima que generó la pandemia. Me dijo que necesitábamos una historia esperanzadora y entendí a la perfección a qué se refería, porque esta novela lo es.

– Una historia de esperanza y también de integración, porque trata de la relación de amistad que surge entre un inmigrante ilegal y una pandilla de jóvenes de su edad. ¿De qué has echado mano a la hora de reflejar ese lógico contraste cultural?
– Para confeccionar los personajes realicé entrevistas y mantuve conversaciones con chicos y chicas semejantes a los que aparecen en mi obra. No quise faltar a la verdad en ningún caso, por eso también entrevisté a muchas dependientas de la edad de Daniela, mi protagonista, para entender cómo piensan, y tratar de resultar verosímil al retratar sus experiencias vitales.  

– Pero has tenido que investigar mucho más para crear a Mamadou y a sus compañeros del Centro de Menores.  
– Por supuesto, ha sido más complejo, pero gratamente satisfactorio. Cuando me propuse contar esta historia, no sabía por dónde tirar del hilo, y han sido los magníficos profesionales que integran esa red que acoge a los menores inmigrantes al llegar a mi ciudad los que me han ayudado a desenmarañar el ovillo. Le doy las gracias a todos ellos, desde el Inspector del Cuerpo Nacional de Policía de Ferrol, a las voluntarias de Cáritas Mondoñedo-Ferrol, las educadoras del Centro de Menores ‘Virxe do Carme’, y a los representantes de Cáritas Española, Unicef España, Prodeni, o MSF, que tan amablemente han atendido mis insistentes preguntas.    

– ¿Qué fue lo que te llevó a contar esta historia?
– Cuando me cruzaba con uno de estos chavales por la calle (a Ferrol suelen llegar niños casi siempre), me preguntaba qué los habría impulsado a recorrer tantos miles de kilómetros para acabar en una ciudad que no es precisamente una panacea, en cuanto a las oportunidades laborales se refiere. En cuanto me puse a investigar y a documentarme, me sorprendió que, en su gran mayoría, no huían de guerras o de desastres naturales, sino que la absoluta carencia de expectativas en sus respectivos países era el principal motivo que los obligaba a partir en busca de otras opciones. Recordé de inmediato la justificación que esgrimía para la emigración Chimamanda Ngozi Adichie en Americanah. Entrevistándolos en el Centro de Menores, me estremecí ante el relato de un par de adolescentes bereberes, que me contaban que por mucho que se esforzasen, en su país de origen no iban a conseguir nada. Porque sus padres habían logrado ir a la universidad y, tanto ellos como sus familias, seguían abocados a la miseria. Comprendí que se jugasen la vida en el Estrecho, y que prefiriesen el desarraigo antes que conformarse. Nadie abandona su hogar, ni a sus seres queridos, ni todo lo que conoce, sin una razón convincente. Y soñar con una vida mejor, no debería de ser ilegal.

– Sin embargo, entenderás que genere problemas la llegada masiva de inmigrantes a nuestras costas.
– Por supuesto, pero no en el sentido que suele transmitirse a través de los medios, en función de determinados intereses políticos y económicos. Porque, por un lado, yo matizaría lo de «masiva» y, por otro, ese discurso de que vienen a ocupar nuestros puestos de trabajo, es insostenible a día de hoy. Además, considero que Europa está agonizando. La población envejece a pasos agigantados, y la diversidad cultural y el empuje vital que supondrían unos cuantos miles de niños y jóvenes repartidos por todo nuestro territorio no nos vendría nada mal. Simplemente, y por el bien de todos, habría que gestionar y controlar de otra manera tanto su llegada, como su alojamiento en nuestro territorio. Porque el problema se produce cuando se los hacina en Centros de Acogida, que no están preparados para hacer frente a un número tan grande de personas. Como denuncia, en concreto sobre la situación de estos menores, Unicef España en su informe ‘Los derechos de los niños y niñas migrantes no acompañados en la frontera sur española’.  

– Por lo tanto, crees que es posible una convivencia armónica.  
– Sin lugar a dudas, siendo como soy hija de un pueblo de emigrantes como el gallego. La vida es muy dura, y la experiencia nos dice que los seres humanos nos la complicamos de mala manera. Que somos crueles y despiadados con nuestros semejantes, y capaces de lo peor. Lo vemos a diario en las noticias, en las redes sociales, etc. En mi tierra, tiramos de humor inteligente y de fina ironía, de nuestra característica retranca, en definitiva, en aras de desdramatizar determinadas situaciones, por muy peliagudas que sean. Lo que no debe confundirse con frivolizar, ojo. Este sentido del humor es una constante en mi estilo a la hora de escribir, porque me niego a ver las cosas sólo desde el lado negativo. Porque, aun así, nuestra propia experiencia también nos confirma que hay mucho amor en nuestro interior, y que en ocasiones no dudamos en demostrarlo hasta con absolutos desconocidos. Esa faceta positiva de la gente es la que me interesa. La parte noble y bondadosa de las personas, que nos toca la fibra sensible. Porque la mala ya la tenemos muy vista [risas]. No puedo evitarlo, yo me quedo siempre con lo mejor de la humanidad.
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