13/12/2020
 Actualizado a 13/12/2020
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Esta semana, al fin, he entendido en qué consisten las estrategias de nuestras autoridades en la lucha contra la despoblación. Consisten, básicamente, en decir muchas veces «la lucha contra la despoblación», hasta que uno entre en bucle. La frase no falta en ningún discurso y más que probablemente se colará también en el mensaje navideño del Rey, que este año tiene que venir necesariamente jugoso. Antes se hablaba de la despoblación y se pensaba en los pueblos, pero ahora, por esta zona del mapa, nuestras ciudades empiezan a sufrir el mismo problema y a parecerse demasiado a nuestros pueblos, si es que alguna vez dejaron de serlo.

La lucha contra la despoblación prometida desde Europa fue el motivo por el que León soñó con acoger el Centro Europeo de Ciberseguridad, algo que hubiera transformado el futuro de la ciudad aunque las familias no pudieran ir a cucearlo, como el Hostal o el nuevo Ordoño, porque, precisamente, luchará contra los cuzos de la red. De los resultados de la votación del pasado miércoles, en la que la candidatura leonesa registró únicamente dos apoyos, se pueden sacar demasiadas conclusiones, entre las que destacan básicamente dos, igual de graves y de dramáticas para el caso: o no hubo ningún interés por parte de los representantes españoles o su capacidad de influencia es nula.

Si hacen falta motivos que expliquen la necesidad de descentralizar servicios uno de ellos puede ser, por ejemplo, no tener a una ciudad entera pendiente hasta la medianoche de lo que voten a miles de kilómetros una pandilla de eurotrepas. Quizá no todos sean eurotrepas, sé que asumo el riesgo de equivocarme al generalizar, pero me inspiro en quienes mandamos desde aquí. El problema no sólo es que hubiera una ciudad pendiente de lo que pasaba en Bruselas (una ciudad que empezó a rugir, como casi siempre, demasiado tarde), sino que, por lo que parece, allí nadie lo sabía.

Cuando Munich se sumó a la carrera por el Centro Europeo de Ciberseguridad, a última hora, muchos se sorprendieron y otros muchos se dieron por perdidos: su razonamiento era que Alemania nunca, en nada, se presenta para perder. Y, efectivamente, no perdió. El Centro Europeo de Ciberseguidad se lo llevó Bucarest al filo de la medianoche, pero esa misma mañana Alemania había conseguido ganar en la votación que decidía el destino de la Agencia Europea de Meteorología. Bonn derrotó a Barcelona por un solo voto, de lo que se concluye que tanto Alemania como España centraron toda su fortaleza en esa elección y, en cambio, presentaron a las otras votaciones candidaturas para ellos poco menos que fantasmas (por argumentada que estuviera la leonesa), con el único objetivo de comerciar con sus apoyos en diferentes mesas para conseguir lo que verdaderamente les interesaba.

Sólo el PSOE leonés ha hecho bien su trabajo poniendo a León en esta carrera, aunque el resultado termine generando más frustración, un sentimiento del que también podríamos ser ya referente europeo. Sus superiores se han retratado con su torpeza habitual, miserables en fondo y forma, y hay incluso quién se atreve a afirmar que si España apostó más fuerte por la candidatura de Barcelona para la Agencia de Meteorología fue a cambio de los apoyos recibidos para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. El asunto empezó a oler raro desde el momento en que aquí no había codazos por abanderar la candidatura leonesa, como suele ser habitual por incierto que sea el éxito, sino que los apoyos se fueron sumando a cuentagotas, a última hora, como si tuvieran miedo a que luego alguien pasase lista. El tema nunca llegó a los medios nacionales, donde si aparece León suele ser, precisamente, por cuestiones meteorológicas.

Otra de las grandes conclusiones que algunos deberían sacar de todo esto es que las redes sociales no son medios de comunicación. Para algunos resulta obvio, pero a otros muchos merece la pena recordárselo. Ahí fue donde centraron sus ‘ofensivas’ nuestros representantes, con sus tiernos emoticonos y sus vídeos selfie. Lo cierto es que Twitter resultó especialmente divertido la noche de las votaciones, pero también las falsas informaciones de que León había quedado eliminada a las ocho de la tarde o que había pasado a la final se propagaron con la voracidad de un virus. Los listos de guardia hacían comentarios sobre los periódicos lituanos y los acomplejados de siempre culpaban a la Junta de Castilla y León del fracaso.

Pero la lucha contra la despoblación sigue. Eso fue lo que dijo en su discurso el ministro de Fomento, que vino al día siguiente para inaugurar un edificio que lleva inaugurado varios años. Todo corbatas en las fotos. Ninguna queja. La lucha contra la despoblación sigue y la vamos a combatir, dijo José Luis Ábalos, invirtiendo en ferrocarriles. De todos los trenes del mundo, el que más puede hacer en la lucha contra la despoblación es el de Feve, que acerca los pueblos a la ciudad, o al menos al límite de la ciudad, porque después de una inversión millonaria sigue muerto de risa, cada día un poco más decadente, y no le dejan entrar al centro. Los periodistas le preguntaron al ministro y respondió que de qué le estaban hablando. Eso sí, dijo otras tres o cuatro veces la lucha contra la despoblación, la lucha contra la despoblación, la lucha contra la despoblación...
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