"Estoy sin blanca"

Si hubiera que pensar en una característica común para todos los Erasmus es esta, la falta de dinero. Por eso hay tres reglas básicas para evitarlo y, sobre todo, no tener que recurrir a esta frase: "Hoy no salgo"

Stefania Zanetti
16/08/2016
 Actualizado a 17/09/2019
Pase lo que pase, al final el compañero Erasmus terminará diciendo:«Vamos a tomar una»...  | MAURICIO PEÑA
Pase lo que pase, al final el compañero Erasmus terminará diciendo:«Vamos a tomar una»... | MAURICIO PEÑA
No puede faltar, dentro de todas las compañías de paisanos y más en cada grupo de estudiantes de Erasmus, el que sale de la cafetería universitaria lamentando la lluvia del fin de semana, el resultado increíble del Atlético Madrid, y, sálvese quién pueda, todo lo que ha gastado.

El compañero Erasmus siempre lo dice mientras nos invita a unas cuantas cañas, al menos cuatro o cinco.

El compañero Erasmus siempre está ahorrando para comprar las zapatillas de deporte nuevas para la final de fútbol sala.

El compañero Erasmus está siempre guardando los céntimos que le sobran en la máquina del café para visitar a un amigo en Granada.

El amigo Erasmus y yo solemos montar excusas con el tema de la conciencia económica cuando quedamos «a tomar una» en la plaza Santo Martino.
No entiendo por qué seguimos divagando con tantos buenos propósitos, que, de todas maneras, ni resultan útiles o interesantes para los que nos escuchan, ni para nosotros mismos.

Parece, quizás, que nos sentimos menos culpables si decimos que vamos a administrar bien el dinero, sobre todo porque, paradójicamente, de los estudiantes internacionales se les espera una sobresaliente actitud a la vez que independencia, una madurez que los destaque y, más que nada, un inteligente plan de consumo.

Lo que ocurre es que el buen propósito se convierte en su exacto contrario. Y todas las veces que pronunciamos la expresión «¡Ah, estoy sin blanca!», estamos sacando la cartera.

A pesar de que puede aburrir a los demás y a nosotros mismos encerrarnos siempre en las mismas comunes buenas intenciones, comparto con los lectores el plan con el que acabo esta larga reflexión.

Se basa en tres dogmas imprescindibles.

Primero. Las zapatillas que tienes no son peores que las expuestas en el escaparate. Claro, sin duda tendrán algo de aerodinámico bajo las suelas, unos imanes que atraen a la pelota y también la vendedora de la tienda, que tiene su porqué. Hay una ventaja,unos cien euros para ahorrar.

Segundo. Como dice la abuela, hay que acabar la bebida. El compañero Erasmus no espera nunca que todos los amigos se junten a la barra a la hora de pedir la ronda. Él pide para los demás, estén o no estén.

Por consecuencia, nosotros no nos damos cuenta de que hay bebidas de sobra, que quedan tristemente en la barra, sin que nadie le dé justicia. Esperar que todos estén presentes y listos, a la hora de pedir, evita un gasto inútil y, de todas formas, respeta a los demás clientes, que podrían tener más espacio.

Lo agradecería también el pobre camarero, también, el que tendrá que limpiar y tirar a la basura todo lo no consumido.

La barra del bar no siempre es el lugar más apto para desarrollar cálculos tan complicados, pero un poco de repaso de aritmética, mientras se va de cañas, puede ser beneficioso para el hígado y para la cartera.

Tercero: Sal, viaja y gasta.

Cuando vas a visitar al amigo en Granada, cuando hay un concierto el viernes, cuando el vecino te llama para tomar una... gasta lo que hay y gástalo como si fuera la inversión más útil de toda la vida.

Lavarse las manos delante de un ‘mañana’ no multiplicará el sueldo, lo testaron estimados economistas, el compañero Erasmus sigue estando gravemente sin blanca y seguirá diciendo que, mañana, no sale.
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