"Esto no es Águila Roja"

El leonés Andrés Trapiello llevaba 15 años trabajando "en secreto" sobre una traducción de ‘El Quijote’ adaptada al castellano actual. Verá la luz en pocos días y el escritor de Manzaneda sabe que habrá revuelo porque "tocar esta obra siempre parece un sacrilegio, es como la Constitución de la lengua"

Fulgencio Fernández
26/04/2015
 Actualizado a 07/09/2019
Andrés Trapiello.
Andrés Trapiello.
uando publiqué ‘Al morir Don Quijote’ recorrí muchos puntos de España dando conferencias sobre mi libro, sobre El Quijote... y hablando con buenos lectores, con gente a la que le interesaba la obra de Cervantes y la literatura y me confesaban que no podían leer El Quijote. Es la novela con más fracaso, que más gente ha comenzado a leer y no ha podido acabar».

El autor de ‘Al morir Don Quijote’ es el escritor leonés, de Manzaneda de Torío, Andrés Trapiello, también lector empedernido, que trabajaba desde hace muchos años, quince, en un proyecto que le parecía fundamental, ‘traducir’ El Quijote al castellano actual, hacerlo asequible para esas gentes que se acercaban a él, pero...
- Pero lo llevaba en secreto porque tocar ‘El Quijote es como un sacrilegio, como tocar la Constitución de la lengua... y, aunque no tenía ninguna duda de esa necesidad prefería no airearlo para no tener que gastarme en fuegos de artificio demasiado previos.

Hice el libro en secreto porque parece que tocar El Quijote esun sacrilegio, como tocar la constitución Y repasa muchos motivos para abordar esta complicada empresa:«Ya he dicho que es el libro con mayor índice de fracaso. Pero a nadie se le escapa que ya había ediciones actualizadas de libros como El Cantar de Mío Cid, El Libro del Buen Amor, Lazarillos, Celestinas, sólo el carácter casi sagrado de la obra cervantina explica que no haya Quijotes. Es cierto que El Quijote es como la norma sobre la que siempre se ha basado el castellano, desde los académicos del XVIII pero...».

- Yuna reflexión para los puristas, ¿cuándo leen a Shakespeare lo hacen en el castellano del siglo XVI? o en el actual?;añade Trapiello.

Tiene más argumentos, más razones pero hay otra que le parece fundamental: «Desde el siglo XIXen cada nueva edición de El Quijote se vienen multiplicando las notas a pie de página. Hace 150 años eran precisas 1600 notas, pero en la edición de Francisco Rico para Alfaguara las notas son exactamente 5552. Esto es un esfuerzo añadido que no se le puede pedir a ningún lector, ni de este libro ni de ningún otro».

La obra llegará a las librerías (el 2 de junio, en una edición muy cuidada, sin notas, encuadernada en tela y al precio de 22 euros)con un prólogo de Vargas Llosa, en el que Trapiello adelanta que ofrece un argumento que le parece muy clarificador. «Cuenta que la primera vez que llegó a París, siendo Malraux ministro de Cultura, se estaban limpiando los grandes monumentos de la ciudad en medio de una gran polémica ciudadana; para muchos era destrozar la pátina del tiempo, parte del testimonio de su antigüedad y cosas así. Cuando se quitaron los andamios y se vio el resultado todos querían que se hiciera los mismo en sus edificios, comprobaron que lo único que se les había quitado era la suciedad. Aquí sucede una cosa parecida, al menos para el 95%de aquellos lectores con ganas de adentrarse en las páginas de El Quijote».

En palabras del propio Vargas Llosa «se ha rejuvenecido y actualizado (...) poniéndose al alcance de muchos lectores a los que el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página o los vocabularios antiguos, disuadían de leer la novela de Cervantes de principio a fin».

Y así fue trabajando Andrés Trapiello, en el silencio de ese secreto para no distraerse y con el ánimo de la pasión por Cervantes y por su obra maestra. «Un trabajo así no se puede hacer por encargo, tiene que ser una necesidad tuya. No me preguntes las horas que le he dedicado porque no lo sé, son muchos días, no tengo ni idea. Te puedo contar como anécdota que en las partes más enrevesadas podía pasar una tarde entera para tres o cuatro líneas, pues hay párrafos de tal complejidad que he comprobado que los grandes estudiosos de la obra de Cervantes no se ponen de acuerdo en lo que quería decir».

Un trabajo que tiene muchos ejemplos en el libro. Así donde Cervantes escribía que «el resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino» Andrés Trapiello lo ha actualizado por «el resto de ella lo concluían un sayo de velarte negro y, para las fiestas, calzas de terciopelo con sus pantuflos a juego, honrándose entre semana con un traje pardo de lo más fino».

Un ejemplo del trabajo del leonés, autor también de ‘Las otras vidas de Cervantes’, quien además de actualizar el lenguaje también insiste en la pretensión de que «siga siendo El Quijote, con un castellano fiel al espíritu de la obra y que no lo degrade; es decir, que no es Águila Roja».

Lo de buscar sus huesos o el lugar donde nació me parece una tontería, como Fátima o El Grial Es consciente Andrés Trapiello de que un libro así va a levantar polémica, por aquello de que «siempre habrá a quien le parece un sacrilegio», pero no le preocupa. «Primero deberían esperar a leerlo pues prejuzgar no es nada recomendable pero a los 4, 5 ó 10 que siempre hay que les parece mal suele ocurrir que son los mismos que hace unos años juraron que jamás matarían la magia de escribir a mano por hacerlo en un ordenador o afirmaron que nunca tendrían un teléfono móvil, nada nuevo, con eso ya contaba».

Como buen estudioso de la obra de Cervantes ha seguido la odisea de sus huesos, «aunque sin excesivo interés» pues, afirma, «me parece una bobada, un invento turístico como Lourdes, Fátima o el Santo Grial de León, Valencia o tantos otros. Nadie sabe nada de los huesos, pero si se monta una peregrinación a verlos para quien gane dinero con ello es bueno...».

Tampoco le da mucha fiabilidad a los estudios sobre el lugar de nacimiento, que algunos ubican en León partiendo de aquel pasaje de ‘mi linaje viene de las montañas de León’. «Decía Edgar Allan Poe a través de un detective que 100 conjeturas no hacen una evidencia, por más que sean conjeturas bien hechas, que compongan un cuento tan creíble como cualquiera de las teorías de la conspiración».
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