31/07/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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Ya hemos soportado un mes y pico del verano. Un mes tela; pero tela de pana. ¿No os dije hace unas semanas que, por favor, (o por un cachazo), no volvieseis a hablar del tiempo en mi presencia? Pues, una de dos, o a uno no lo lee ni la familia, que es lo más fijo, o ni puto caso. En todos los sitios a los que voy, ya sé lo que me comentará la persona que me atiende: «qué calor hace, por Dios». Sí, es cierto. Tenemos un verano donde Lorenzo está a sus anchas. Por mi bien, ¿eh?, que lo que no soporto es el frío que tenemos el resto del año. Debe de ser que los que somos de sangre fría, como los asesinos de postín, aguantamos divinamente la calor. Pero debemos ser pocos... Una barbaridad de tragedias se han iniciado, a lo largo de la historia, en este tiempo. La Guerra Civil Española, la última, la 2ª Guerra Mundial, casi todas las que inició Napoleón, la de Vietnam... Será que para matar se necesitan horas de sol. O será que la calor afecta mucho a los que nos han mal-gobernado a lo largo de la historia, porque sino uno, la verdad, no entiende nada. Aunque no sé de que me extraño...; en mi pueblo las mayores broncas, incluso con palas y horcas volando, siempre eran por ahora. Normal: mucho sol dando en las seseras. Y todo por el agua. ¡Menos mal que en Vegas el agua se tira! No quiero pensar lo que ocurriría si estuviéramos en Valencia o en Murcia: la gente iría a regar con la escopeta. Mal asunto lo de la calor.

Pero, por otro lado, ¡que bendición! Los de la cosa pública se van de vacaciones y aunque les tenemos que soportar de vez en cuando, nada que ver como cuando ejercen de imbéciles en acto de servicio. Déjales, déjales, que se vayan a Cádiz o a las Rías o a ‘Benidor’. Allí, perdidos entre la multitud de guiris o de paisanos del país, no se les nota, son uno más. Cuando alguien se quita la corbata y el traje y se pone unas bermudas y unas zapatillas, se democratiza; deja de ser el tonto útil o el tonto del haba, o el cretino de los cojones y se convierte, por arte de los polvos de la madre Celestina y del padre Susarón, en un cretino normal, como los cientos de ellos que se bañan, pasean o toman el vermú a su lado.

Si uno lo tiene claro: ¡qué viva el cambio climático! ¡Qué viva el calor, los sudores inmensos, las noches de insomnio, las quemaduras en las entretelas y las moscas! No hay nada mejor que estirar la pata a la sombra de un árbol frondoso, con un buen libro y una botella de cerveza. Es esos momentos, Dios es grande, dejamos de pensar un rato en la forma de joder al prójimo y nuestro magín huye por las verdes praderas del Edén, junto a vírgenes hermosas en pelotas y lo que uno, buenamente, sea capaz de imaginar. Es lo que da el campo... Salud y anarquía.
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