"Estando bailando todas las parejas, salvo la que suscribe, se armó la tremolina"

Los atestados de la Guardia Civil, al margen de una incuestionable fuente de noticias y datos históricos, son una inagotable fuente de anécdotas, por los hechos que relatan unas veces, por cómo los cuentan otras muchas... "Estando bailando todas las parejas salvo la que suscribe se armó la tremolina", así empezaba uno de ellos

Fulgencio Fernández
14/10/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Anda de fiesta estos días la Guardia Civil, honrando a su patrona y celebrando una larga historia (desde 1844) que forzosamente tiene que ser un pozo sin fondo de información, de recuerdos... y de anécdotas.

La historia de la guardia civil está recogida, en buena parte, en los atestados que los propios guardias —en adelante la fuerza actuante, que así es como ellos se hacen llamar en estos partes— redactaban. Unos se ciñen a la literalidad de lo que les cuentan, en otros casos se vienen arriba en la vena literaria y se convierten en una excelente materia prima. Buen ejemplo sería uno que conservaba el ya fallecido capitán Merino de un cuartel del Órbigo —no me dejan precisar mucho más— en el que debía haber por los años 50 un aspirante a escritor y con excelente caligrafía redactaba partes cuyo titular ya era jugoso. En este caso se titulaba ‘Tremolina en la pista de baile’, que ya promete, y que comenzaba así (no había guardias civiles mujeres en aquellos tiempos, conviene recordarlo): «Estando bailando todas las parejas, salvo la que se suscribe, se armó una tremolina que derivó en alboroto y gran pelea...».

No se le puede pedir más

José Fernández Arienza recoge en su libro ‘Crónica de la medicina en León’ una que no se le queda a la zaga. Así lo cuenta el fallecido médico e historiador de la medicina, y en este caso sí puedo decir el pueblo ya que él lo hace, Cimanes de la Vega. El acta se refiere al levantamiento de un cadáver «muerto en su totalidad» por parte del juez municipal (juez de paz, imagino): « Preguntado por tres veces, ¿cadáver quién te ha muerto? y visto que no contestaba ordené fuese trasladado al cementerio». Curiosa es la expresión que utiliza cuando cuenta que se hicieron acompañar por dos vecinos «por lo que pudiera tronar».En este caso el guardia sólo levantaba el acta ‘tal cual’.

El viaje a los viejos atestados de la Guardia Civil es una caja de sorpresas continua. Ya desde el propio titular o encabezamiento que propone «la fuerza actuante», generalmente un cabo, en los cuarteles pequeños, o un sargento, en los de localidades con más habitantes, que inician el relato con la expresión «cuenta de instruir atestado...» para señalar que transcribe lo que le dice el denunciante.

Así ‘cuenta de instruir atentado’ con apellidos como «por injurias livianas», «por robo con fuerza de las cosas», «amenaza por ser novios», «por hurto de gallina», «robo de dos cabras» o «por un servicio humanitario» en el que relata cómo trasladaron a una parturienta hasta el hospital más cercano. Y  se repite mucho un encabezamiento que dice: «Cuenta de instruir atentado por infracción del reglamento de epizootias’, que al común de los mortales nos puede dejar «un poco para allá» pero que se entiende pronto leyendo alguno de los atestados: «Transportaba cuatro lechones de ganado porcino, sin que su circulación fuese amparada por la correspondiente guía ni certificado de desinfección. No se procedió a su inmovilización al comprobarse que estaba el ganado debidamente vacunado». Así ya se entiende.

Parece evidente que los conductores con unas copas de más son protagonistas de alguno de los atestados más hilarantes. No es viejo, de hace tan solo unos años, el de un vecino de la montaña de Riaño que fue interceptado por la guardia civil a las cinco de la mañana «porque fuimos avisados de que había atravesado todo un pueblo con el coche subido a la acera, a la izquierda para mayor peligro». Después de constatar que quintuplicaba la tasa permitida, que no se le entendía bien lo que decía y que tenía evidentes problemas de movilidad «pues solo pudo sacar una pierna» cuando le pidieron que se apeara llegan al momento en el que le permiten que se explique, que alegue algo, y el conductor argumentó que «lo que pasa es que yo no sabía que iba borracho».

Claro, si no lo sabía mal iba a poner remedio.

La Nochevieja es una fuente inagotable de atestados. La de enero de 1989 dejó uno singular (bueno, ya eran las ocho de la mañana del día 1 de enero del 90): «Cuenta X (el denunciante) que iba en su Land Rover yhabía un R14 azul parado en la carretera con la puerta del conductor abierta por lo que tuvo que para detrás del mismo y había otra persona fuera del vehículo haciendo sus necesidades. Que otra persona que estaba dentro dio marcha atrás y golpeó al Land Rover y a consecuencia del golpe se me soltó el pie del embraguey al tener una velocidad metida arrastró al R14 azul y acto seguido entre el conductor y la otra persona le agredieron».

Ahora bien, la pelea más surrealista tal vez sea la que se produjo como «efecto colateral» del pantano de Omaña en aquellos años en los que había en la comarca una lucha abierta entre «pantaneros y antipantaneros». Dice el atestado: «Manifestando que don XX se dirigía hacia Canales y un vehículo le molestaba con ráfagas, hasta su destino. Volvió a su domicilio acompañado de otros dos. Llegó y de otro vehículo se bajaron tres personas y se pusieron a pelear con los tres citados, momento en el que paró otro vehículo del que se bajaron otros tres que se unieron a la pelea y tras unos dos minutos de pelea se montaron en sus vehículos y se marcharon». Evidentemente tendría quehaber alguna razón para tan surrealista pelea y el parte recoge que en «una pared se habían escrito insultos y frases contra unas personas que se muestran en contra de la construcción del pantano de Omaña».

No se si es motivo suficiente para lo que el guardia literato habría llamado «tremolina».

Sin salir de Omaña y hablando de atestados no podía faltar el Bandolero de Omaña, Salvador Cañueto, un personaje a medio camino entre delincuente y entrañable. Uno de los atestados narra como supieron los guardias que estaba en un bar de Mariano Andrés y se montó un gran dispositivo, en el exterior. «Entraron varios agentes parte del amplio operativo y... no ofreció resistencia de ningún tipo» este personaje del que dice: «Natural de Marrubio, de padre desconocido, soltero, sin profesión ni domicilio conocido».

Hay casos en los que parece que la ira del denunciante está justificada. Un atestado sobre reparación de un vehículo cuenta que «hace año y medio dejó su coche en un taller de (dice unpueblo del sur de la provincia) y el vehículo sigue allí desmontado. Afirma que ya lo único que le pide es que se lo monte como estaba». Es viejo dicho de «virgencita que me quede como estaba».

No faltan, por desgracia, un buen número de partes sobre agresiones a mujeres, en los que se comprueba además que había una menor sensibilización y disculpas que si no fueran tan obscenas... y se resolvían con «desavenencias matrimoniales por cuestiones de convivencia». Cuenta uno que argumentaba el agresor: «Desde el mes de agosto no me ha hecho la cena más que un par de veces». Hablamos de 1990.
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