¿Estamos acabando con las fiestas de pueblo?

22/07/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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En estas fechas la gran mayoría de pueblos de León, y de toda España, celebran sus fiestas mayores. Casi siempre en honor a algún santo, pero al fin y al cabo, como dice el humorista berciano Leo Harlem en uno de sus monólogos «las fiestas de los pueblos están hechas para sobrevivir». No se conoce que alguno de los lugareños perdiera la vida en las fiestas de su pueblo, aunque alguno estuviera a punto. Pero quizás son ellas, las propias celebraciones, las que estén empezando a perderse con el ritmo al que los jóvenes emigran hacia las grandes ciudades. Pese a que estos, y otros muchos otros, vuelvan a reunirse en familia cuando se acercan esas fechas. Desde la charanga, hasta el partido de solteros contra casados, pasando por la misa en honor al santo de turno, los juegos populares… pasan los días de festejos, pero las noches suelen tener otro ambiente. O mejor dicho tenían, porque los respectivos ayuntamientos en los últimos tiempos han dejado de conceder las licencias para la apertura de las carpas y bodegas que permitían que la fiesta continuara por la noche.

Esto ha sido consecuencia de algún altercado y de las quejas de los vecinos próximos, según los ayuntamientos. Por otro lado, los camareros de esos locales, que solo abren los cuatro días, mejor dicho, noches, que duran las fiestas, hacen su agosto. No es ironía, es que la mayoría de fiestas patronales coinciden en agosto, ya ven que no es solo la primavera la que la sangre altera.

Volviendo a la polémica, es comprensible que algunos vecinos se quejen del ruido, pero por otro lado es una tradición que lleva años celebrándose, por ejemplo las conocidas rondas del vino, que acaban con una horda de borrachos en el campo del respectivo pueblo bailando a ritmo de cumbia frente a la orquesta. Otro gran inconveniente es quien se encarga de organizar esos días, los conocidos como comisión de fiestas, un trabajo complicado, y a veces poco reconocido. Por eso cada vez se pierden más fiestas, por trabas administrativas, es decir licencias, y porque a nadie le gusta hacer un trabajo y recibir quejas de vecinos, en vez de agradecimientos. A esto le sumamos el éxodo de población que deja desiertos los pueblos, y ya tenemos el cóctel perfecto para anunciar que las veces que podremos disfrutar de las fiestas de cada uno de nuestros pueblos se pueden contar con los dedos de las manos.
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