15/11/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Resulta significativo que las campañas electorales de los Estados Unidos se viven en España casi con la misma pasión con que se viven nuestras campañas españolas. En parte se entiende que así sea, dadas las repercusiones que a nivel mundial tiene lo que haga o deje der hacer el llamado hombre más poderoso del mundo, o sea, el presidente de Estados Unidos. No obstante, tanto desde España como desde el resto de Europa, siempre ha sido una nota distintiva de los progres el estar en contra de los Estados Unidos. El ejemplo más emblemático ha sido la actitud de Zapatero de permanecer sentado cuando en un desfile militar pasaba la bandera de la mencionada nación norteamericana. Sin embargo, ante las situaciones difíciles y complicadas, parece que todo el mundo suspira por la intervención de los estadounidenses. Gracias a ellos y al desembarco de sus tropas en Normandía se pudo poner el final menos malo posible a la Segunda Guerra Mundial. Y en la más reciente guerra de los Balcanes ocurrió algo parecido y solo gracias a ellos se pudo poner fin al conflicto.

Es muy fácil protestar contra el desarme y criticar a los fabricantes de armas, pero desgraciadamente, si en el mundo libre no hay un ejército poderoso, existe el riesgo de que quienes pertenecen al mundo menos libre, armados hasta los dientes, acaben muy pronto con nuestra libertad. Por eso de ninguna manera es indiferente quien gobierne en Estados Unidos. La verdad es que en estas últimas elecciones las opiniones han estado muy divididas y la conclusión es que no había que elegir entre candidato bueno y malo, sino malo y peor. En todo caso, a pesar de que echamos en cara a nuestros políticos que no cumplen lo que prometen, parece ser que en el caso del nuevo presidente norteamericano lo ideal sería que no cumpliera muchas de sus promesas. Y en esas estamos.

Inevitablemente en Europa estamos pendientes de lo que ocurra al otro lado del Atlántico, pero ello no debería hacernos olvidar que es mucho lo que tenemos que aprender, sobre todo en lo que a unión se refiere, pues aún nos queda mucho para poder alcanzar unos auténticos Estados Unidos de Europa. Cierto que aquí, por ejemplo, no tenemos proyectado construir muros de hormigón, pero es mucho peor el muro del egoísmo y la insolidaridad y, sobre todo, estamos perdiendo el humanismo cristiano, que ha sido el principal motor del nacimiento de la más auténtica y próspera Europa. Finalmente no olvidemos que la sociedad tiene los políticos que merece. Para bien o para mal la principal responsabilidad está en los electores.
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