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Esta hora del planeta

26/03/2020
 Actualizado a 26/03/2020
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Puestos a elegir una del ramillete de conspiraciones para explicar la pandemia, me quedo con la venganza despiadada y catártica de la naturaleza. Este respiro, otrora imposible, que la humanidad está dando al planeta es para muchos un reequilibrio sarcástico a través de un virus que asfixia a la especie que ahoga. Una respuesta ante las conferencias y las cumbres para lograr acuerdos de los gobiernos con las medidas que nunca llegan. Decía Voltaire que «los hombres discuten, la naturaleza actúa» y podría ser un lema del neopaganismo que tantos abrazan.

Aun así, en mitad del apocalipsis temporal, el sábado se mantiene la convocatoria mundial de la Hora del Planeta más inútil e inoportuna. Dicen que se apagarán los monumentos (como cada año pero como nunca antes) solo para ahorrar un resplandor a quien los tenga frente a su ventana. Nos piden desconectar nuestros hogares para sumar la oscuridad a la ya sombría distancia y soledad. Y unas horas después deberemos adelantar los relojes para entrar en el horario del añorado verano, hoy que desperdiciamos una primavera. Qué absurdas resultan ahora las viejas rutinas.

Lo cierto es que en cuanto los hombres se repliegan, la naturaleza recupera su territorio. Estos días un oso deambulaba por la localidad asturiana de Ventanueva, tuvieron que ahuyentar desde un balcón a gritos a un lobo en Formelos de Montes, en Pontevedra. Una piara de jabalíes conquistó la plaza de España de Torredolones y las cabras montesas ahora son urbanas en Chinchilla. En Valladolid los afamados y malhumorados pavos reales del Campo Grande han cruzado cual Corte la Puerta del Príncipe y desfilan por un casco histórico huérfano. Dicen que es la vida abriéndose paso o quizá la muerte achicando espacio.

Para mí esta es la conspiración más insultantemente bella, si estuviera permitida la belleza cuando más allá de las ventanas fallecen a cientos y bandadas de palomas persiguen ansiosas a la única mujer que cruza la plaza.
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