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¿Está el enemigo? Que se ponga

11/01/2020
 Actualizado a 11/01/2020
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Decía Miguel Gila que la idea de utilizar un teléfono en sus actuaciones surgía de la necesidad de dialogar y de la no necesidad de tener a otra persona para hacerlo. A veces dos son demasiados. No digo nada trescientos cincuenta.

«¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento? Le quería preguntar una cosa: ¿van a avanzar mañana?, ¿a qué hora? A las siete estamos todos acostados, ¿y no podrían avanzar por la tarde, después del fútbol?». Los monólogos cómicos de Gila son mucho mejores que los que se escucharon en el Congreso de los Diputados durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez, pero no por eso estaban menos ensayados. «Oye, ayer estuvo aquí el espía de ustedes, sí, vestido de lagarterana, pues que nos devuelva los mapas del polvorín, que solo tenemos esos».

Al margen de la teatralidad del momento, el fondo de muchos discursos fue de auténtica risa, y el de otros de auténtica pena. A algunos diputados les pegaba más haber salido con casco y uniforme y tras los sacos terreros que usaba Gila en el escenario y así por lo menos hubieran tenido ‘atrezzo’. De paso, les podían haber puesto un teléfono para hablar con el enemigo.

Teniendo en cuenta que el porcentaje de voto flotante es cada vez mayor, muchos políticos no parecen recordar que se están metiendo con partidos a los que alguna vez apoyaron sus votantes actuales, o a los que volverán a votar. Así que el enemigo no es tal, sino que se llama competencia. La eterna pregunta de los publicistas: ¿diferenciarse o parecerse?

Me gusten más o me gusten menos, no me rasgo las vestiduras por unas palabrejas aquí o allá, porque hablar siempre es mejor que otras cosas. Y me alegro de este primer gobierno en coalición, aunque llegue una convocatoria electoral tarde. Ya se verá qué tal le va. En todo caso, de la programación de la tele prefiero el ‘Golpe de Gracia’ del Comité Cómico Nacional dirigido por José Mota: ¡Heil, Gila! Me quedo con las palabras del rey a los cómicos para que abandonen su actitud y «permitan a los políticos seguir desempeñando sus funciones en el cachondeo generalizado».
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