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Esperando al coche de línea

31/08/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Llevaban años reclamando una marquesina para el autobús, algo donde guardarse mientras llegaba el coche de línea en invierno, en otoño. Eran unos cuantos los días de lluvia y a veces nieve y no era agradable empezar el día, a las siete y veinte de la mañana, calados hasta adentro para bajar al médico a Ponferrada, ir al mercado o a cualquier otro recado de los que hacían en el coche de línea cada día varias decenas de vecinos del valle.

No era pedir tanto. Un pequeño tejado, una cubierta metálica o algo bajo lo que esperar. La Junta Vecinal tenía bloques y unas chapas que habían sobrado de otra obra pero no podía hacerlo por su cuenta porque instalar marquesinas era competencia del Ayuntamiento y se extralimitaría de sus funciones. El Ayuntamiento dijo que sí, pero estaba esperando a que tocara cambiar las otras de los otros pueblos, porque saldría más barato si se pedían todas a la vez. Cuando llegó ese momento estaban a punto de salir unos planes de subvenciones para el medio rural en los que poder encajar las marquesinas, como mejoras a los servicios en el medio rural. Entonces había que presentar una solicitud con el proyecto entero de recambio de marquesinas. En la primera intentona, lo echaron para atrás porque el diseño no respetaba algunos de los requisitos de la convocatoria, por los cuales las marquesinas, polideportivos, parques infantiles y parques para ancianos debían ir integrados arquitectónicamente en el sitio, respetando la tipología de las construcciones tradicionales. Alguien de una empresa o de un estudio de arquitectura de Madrid, subcontratada para la ocasión, rediseñó el proyecto de marquesinas adaptándolas al patrimonio arquitectónico típico con piedra, madera y pizarra, aunque tres cuartas partes del pueblo fueran ya de ladrillo caravista, revoque de cemento, fachadas monocapa, tejados de metal, teja y uralita. Se había pasado el plazo de la segunda convocatoria y hubo que esperar a la tercera.

Por fin aprobaron la subvención. ¡Venía dinero de Europa para la marquesina rural! Eso sí, antes tenían que firmar en Madrid y en Valladolid para desbloquear los fondos cuando pasaran por el pleno del parlamento regional, provincial, comarcal y municipal. Y luego ya. Lo aprobaron, lo sacaron a concurso y adjudicaron las marquesinas a un empresa gallega. Se extralimitaron en el plazo de ejecución y hubo cierto sobrecoste, pero la marquesina estaba casi lista.

Al mes y medio de inaugurarla, la compañía de transporte redujo la frecuencia del bus al valle a dos días por semana por falta de viajeros. Hoy ya, los viajeros se pueden resguardar de la lluvia en la marquesina, pero se cumplen casi diez años desde que el coche de línea ya no va al pueblo.
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