04/06/2021
 Actualizado a 04/06/2021
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Lo que han hecho los agricultores leoneses al volcarse en la producción de maíz es dedicarse a lo que mejor pueden y saben hacer, algo que desde la revolución industrial para acá se llama la especialización. En un mundo globalizado, en un mercado agrícola globalizado, uno se puede empeñar en producir de todo, y seguro que puede hacerlo, pero lo que no podrá es venderlo, o al menos no podrá venderlo siendo competitivo. Los agricultores leoneses se han especializado en un cultivo del que somos enormemente deficitarios, del que obtenemos rendimientos de 12.500 kilos por hectárea doblando la media mundial, que nos pagan ligeramente por encima de los precios mundiales porque es de más calidad, que no tiene demasiadas complicaciones agronómicas, y que no requiere maquinaria muy distinta de la convencional. Especializarse, en agricultura, puede suponer correr algún riesgo más de mercado, es cierto, pero no es menos cierto que supone un mejor conocimiento de la materia, y supone unos menores costes de amortización al necesitar menos maquinaria. Y siendo cierto que con carácter general el mono cultivo no es algo aconsejable agronómicamente, en el caso del maíz hay una clara excepción aquí y en todo el mundo, pues no se detecta cansancio en las tierras repitiendo cultivo durante años o durante décadas. Reflexionen quienes opinan de esto, muchos con escaso conocimiento de la materia, qué pensarían el resto de empresarios si les diésemos consejos de qué vender en sus tiendas, de qué fabricar en sus plantas o de cómo reorganizar sus talleres. Hacer en León agricultura especializada en la producción de maíz no es ir contra el comercio internacional, ni contra el medio ambiente, ni contra las leyes de la naturaleza, ni mucho menos contra el sentido común, es sencillamente hacer lo mejor posible lo que uno sabe y tratar de vivir de ello. Este debate, tan entretenido para los burócratas europeos, es un absurdo para los americanos, la tierra del maíz, y son ellos quienes están dispuestos a producir y a vendernos lo que aquí no nos autorice nuestra política agraria.
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