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España, camisa sepia

21/09/2022
 Actualizado a 21/09/2022
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El término ‘taberna’ corresponde al nombre de ‘tienda’ en la antigua Roma que ha conservado el sentido original. Hasta no hace mucho, donde se vendía el vino, también se encontraban objetos múltiples. Era el caso del Bar Alejandro, en la Rúa. Igualmente, creo que los leoneses de Lancia, Astúrica o Bergidum traficarían como hoy día. Cambian las formas, pero no los propósitos.

Hoy la actividad comercial ejerce fascinación entre la gente. Quién no se ha detenido con su pareja ante el escaparate de una zapatería... y mientras ella mira las tendencias del calzado, tú enfocas la mirada hacia esos escarpines de colores y marca. O al revés.

Pero eso, como otras cosas que esperábamos, se va a acabar pues, por la razón que sea, el gobierno nos vuelve a confinar. Las calles serán más negras, inquietantes y faltas de interés.

La mezquindad del Presidente ante la UE, va a causar más trabas en el tejido comercial y vital. Por un lado, el imperativo apagón de las luces en los espacios públicos; por otro, el límite de temperatura en las calefacciones. De no imponerlo Sánchez, lo haríamos nosotros, por el gasto inasumible.

No es nuevo que la gestión de la pobreza la ejerzan los más ricos. ¡Peligro! Ahora es Yolanda Díaz, que deja su asiento ministerial para dar de comer a los pobres. Lo que ella decida, conforme a las grandes superficies y los intereses de éstas por liberar los stocks. Y el pequeño comercio abandonado.

Unas disposiciones que evocan los tiempos oscuros, las cartillas de racionamiento y el estraperlo. Era una economía de subsistencia cuando, después de la Contienda, faltaba de todo. La diferencia es que ahora no falta de nada, pero ya se encarga la economía sovietizante de que permanezcan fuera de nuestro alcance.

Geográficamente, parece que aún estamos en Europa, pero cada vez más cerca de Venezuela, Cuba o Bolivia. Con las que compartimos la mismas esencias e idéntico nivel de democracia.

La connivencia entre Díaz y las grandes superficies me recuerda aquellos economatos de antaño que dependían del Estado o de grandes empresas (el último que conocí fue el de la HVL). Ellos inventaron las marcas blancas, porque no había mucho que elegir. Lo tomas o lo dejas. Y el crédito, sin tarjetas ni pines. Los estantes medio vacíos y el adusto personal que atendía, vestido con sucios guardapolvos azules. Y un sentimiento de tristeza que inundaba todo, rezumaba por las paredes.

Como Jorge Manrique, nos preguntamos si cualquier tiempo pasado fue mejor. No estoy seguro pero sí me preocupa que cada vez nos parezcamos más.
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