Espacio Vías

Bruno Marcos se adentra en el pasado y presente del espacio cultural ubicado en la antigua estación de FEVE

Bruno Marcos
22/03/2016
 Actualizado a 19/02/2019
Imagen de la entrada a Espacio Vías. | SIC ESTUDIO DE ARQUITECTURA
Imagen de la entrada a Espacio Vías. | SIC ESTUDIO DE ARQUITECTURA
En una noche de la navidad del año 2009, en la que una intensa nevada había paralizado todo, me adentré por un oscuro camino hecho de tablas sobre un suelo socavado aún de obras en lo que habría de ser la inauguración, no oficial, del centro joven de producción cultural llamado Vías, ubicado en los viejos cocherones de la céntrica estación del mítico tren de vía estrecha. Allí un grupo de políticos, arquitectos, artistas y gentes de la cultura celebraban la colocación del ramo a un edificio que debía albergar el mejor proyecto cultural que he conocido para esta ciudad. Su diseño corrió a cargo de un equipo exterior al ayuntamiento que contrastó los modelos puestos en práctica con mejores resultados a nivel nacional e internacional para adaptarlos al contexto de nuestra ciudad.

Pero poco de él dejarían los responsables políticos. Parecía que los allí convocados celebrábamos lo que podía haber sido y ya no sería. Otro duelo más, otro recién nacido cadáver en ese coqueteo que mantenemos con la fatalidad y que nos lleva a estropear casi todo antes de que vea la luz, para, acto seguido, embriagarnos del aroma del fracaso que produce, cómo no, en nuestros predios una literatura melancólica y nostálgica.

El centro Vías planteaba varios niveles de actuación, desde el que iba dirigido al público general hasta el que llegaba al especializado. La dirección estaría formada no por una sola persona de cuyo entendimiento o gusto particular dependiera todo sino por un equipo, en el que sí habría un director pero también un consejo asesor y representantes de las asociaciones de los sectores ciudadanos implicados. Además Vías recuperaría parte de la memoria de la ciudad enraizándonos a través del respeto a la arqueología industrial del lugar con una ejecución arquitectónica impecable. Y, algo inaudito, sería barato, basado en principios de reciclaje y sostenibilidad.El director nacional del Instituto de la Juventud había declarado que era el mejor proyecto de los que se le habían presentado en todo el país y que debía ser respetado hasta el punto de comprometer la partida presupuestaria que el gobierno central aportaba. "Hace falta lealtad para que Vías no se convierta en despachos de funcionarios y sí en un laboratorio de creación". Declaró a la prensa entonces uno de los concejales que le dio impulso. Pero lo llamativo era que pedía lealtad a la Junta de Castilla y León para que no torpedeara el proyecto negándole el apoyo que le había dado a centros similares allí donde gobernaba su color, pero, también, a los gestores del proyecto, es decir a los propios del propio color político. Lo más extraño, y ciertamente grotesco, fue que el principal inconveniente viniera de la exigencia de la tan numerosa familia de empleados municipales que solicitaron el recién restaurado edificio para los jóvenes como sede de sus oficinas y así abandonar otras que consideraban inapropiadas.Por aquel entonces, cuando hablaba con el principal autor del proyecto yo le repetía, en alusión a que aquello se pretendía levantar sobre las vías de FEVE, la greguería de Ramón Gómez de la Serna: "Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas". Efectivamente aquel proyecto fue suicida y de él no queda apenas nada.

Otro tanto había ocurrido años antes con el Medialab de León, que dotaba de contenido a la restauración del Palacio Don Gutierre en el meollo del barrio Húmedo.

Entonces una moción de censura hizo que, antes de abrir el Medialab, un laboratorio que pondría medios y espacios a disponibilidad de los creadores locales, decidió que aquella hermosa restauración en lugar de ser entregada a la ciudadanía debería pasar a ser la sede, y el despacho personal, del por entonces concejal de cultura. Ni siquiera se tomaron la molestia durante años de quitar la pancarta que, en el exterior, indicaba la existencia de un fantasmal centro de producción cultural no nato.

Han pasado los años y aparece, con mucho retraso, una convocatoria para jóvenes artistas locales que quieran exponer sus obras en los cocherones aquellos de Vías. Nada se dice de ayudarles a producirlas, ni de asegurar las piezas expuestas o de facilitar el transporte de las mismas, ni siquiera quien selecciona, ni por formación o experiencia, parece saber nada de arte y, por supuesto, nada se habla de pagarles por su trabajo. Se da por sentado que estos gestores desconocen el documento de Buenas Prácticas de los trabajadores de la cultura pero, también, los más básicos buenos modales contractuales para emitir una convocatoria claramente abusiva y que ellos mismos no aceptarían en sus puestos laborales. En definitiva, llenar el edificio con una programación expositiva sin criterio y de balde, un capítulo más de la canción triste de los medios de producción cultural en León.
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