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Esos locos bajitos

30/05/2020
 Actualizado a 30/05/2020
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Los escritores que opinamos públicamente sobre diversos temas de actualidad, tenemos por costumbre afilar cada semana nuestro espíritu crítico, no por afán de minar morales ni utopías, simplemente como un ejercicio de conciencia, para despertarla, para hacerla fluir; sin embargo, hay días en los que una amanece generosa y pacífica. Tal vez porque las últimas noticias son alentadoras y el ritmo de la pandemia se interpreta ‘rallentando’. Incluso algunos epidemiólogos creen que no habrá rebrotes. Ojalá, pero seamos cautelosos, no vaya a desbordarse el río cuando ya amansaba la corriente.

Son muchas las personas a las que habría que agradecer su especial esfuerzo en estos tiempos difíciles: sanitarios, limpiadoras, transportistas, empleados de supermercados, trabajadores de pequeños negocios… En realidad todo ser humano de buena voluntad ha puesto su granito de arena en esta contienda que todavía sigue latiendo, pero hoy mis palabras necesitan y quieren reconocer el gran ejemplo que nos han ofrecido los niños. ¿Realmente la sociedad ha valorado su esfuerzo en su justa medida?

‘Esos locos bajitos’ que diría Serrat, se han quedado sin recreo, sin patio, sin juegos con amigos. Han tenido que resistir encerrados (con lo que la palabra ‘encierro’ significa para un niño) entre las paredes de su casa. Le han estrechado la mano al silencio.

Los más afortunados habrán tenido su trocito de césped o de pueblo, los menos ni pasillo. Con padres ocupados y preocupados, sin besar a sus abuelos. Sin parques y teleconectados, haciendo una retahíla de deberes que pueda servir como material evaluable. Sin maestros al lado. Nos han pintado arcoíris y nos han dibujado en la cara una sonrisa cuando más la necesitábamos. ¿Cómo no recordar su heroicidad cuando esto pase? Yo tengo el corazón lleno de niños que tocan el piano y me alegran la vida y como dice Lucas en el Evangelio: «de la abundancia del corazón habla la boca».
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