Escupir hacia arriba

Por Alejandro Cardenal

27/04/2021
 Actualizado a 27/04/2021
Yuri celebra su gol frente al Lugo. | LALIGA
Yuri celebra su gol frente al Lugo. | LALIGA
Llevo un mes y medio dando clases de apoyo a un guaje de 3º de ESO —Lucas, si me estás leyendo, acuérdate de acabar la unidad siete del ‘workbook’—, la forma ideal de sacarse unos eurillos extra y coger algo de experiencia para el futuro salto a las aulas.

El caso es que muchos días me toca enfrentarme a asignaturas que no pertenecen ni a mi disciplina ni al ámbito sociolingüístico. De hecho, la semana pasada me reencontré con mi más antiguo rival. Mi archienemigo. Mi némesis. “El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado». Ruffini.

Creo que en una de mis primeras columnas ya hablé de él. Fue el responsable de uno de mis fracasos estudiantiles más sonoros y tener que volver a verme las caras con ese monstruo me daba un poco de vértigo, aunque lo bueno de tener 32 años como 32 catedrales es que ya no tienes ese miedo adolescente inexplicable a la portada del libro de matemáticas.

El caso es que, después de tanto tiempo, entenderlo y explicarlo fue bastante sencillo. Igual que las partículas atómicas o la Ley de Gravitación Universal. En la Tierra, los cuerpos dejados en caída libre aumentan su velocidad en 9.8 metros cada segundo, exactamente la velocidad a la que el sábado cayó el escupitajo que aquel 8 de junio de 2013 algunos aficionados del Lugo, los que desconocían la aceleración de la gravedad —para que luego digan que la educación en España no sirve para nada—, arrojaron aprovechando el sufrimiento de un equipo que se quedó a solo un gol de jugar una fase de ascenso a Primera División por primera vez en su historia.

Nunca he sido de hacer leña del árbol caído, por principios, por empatía y para que mentir, un poco por cautela. Además de por las leyes físicas, tengo muy claro que escupir hacia arriba nunca es una buena idea. Ningún seguidor de la Deportiva olvidará aquella última jornada en el Anxo Carro. El Lugo, más allá de la sospechosa motivación ‘extra’ de los equipos que no se juegan nada en la última jornada, hizo lo que tenía que hacer, pero el sadismo con el que algunos parecieron disfrutar de que el sueño de un equipo humilde y de toda una ciudad se desvaneciera fue bochornoso.

La Deportiva se cobró su venganza, dejó al Lugo al borde del abismo y volvió a la pelea por el ‘playoff’. Yo, que daba a los bercianos por muertos, debo reconocer que me equivoqué. Más allá del resultado, la pasión con la que suplentes y cuerpo técnico viven cada partido son una señal evidente de que nadie ha bajado los brazos y que la Ponferradina todavía tiene mucho que decir.

El Leganés y los equipos que luchan por eludir el descenso decidirán la sexta plaza. El equipo pepinero tiene que jugar todavía contra Rayo y Sporting, mientras que Sabadell y Castellón harán lo propio con bercianos y vallecanos. Todavía queda mucha tela que cortar.
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