Escultora de la piedra y la palabra

Castorina es una trabajadora incansable que deja en manos de otros dar a conocer todo el valor de su obra artística, asentada en la escultura pero con incursiones en la pintura y la poesía

Mercedes G. Rojo
25/09/2018
 Actualizado a 16/09/2019
La obra ‘Campesina descansando’ | L.N.C.
La obra ‘Campesina descansando’ | L.N.C.
Querido hijo: Sigue lloviendo. Desde que te fuiste llueve y llueve. Y las flores se mueren sin abrir. Los frutos no colorean. Las gentes van grises por caminos de charcos...». (De ‘Ya eres primavera’. Castorina, también poeta).

Acercarme a la figura de Castorina (Castorina Fe Francisco Diego. Astorga, 1928) en lo que apenas suponen unas líneas es para mí difícil tarea dada la profunda admiración que su obra y su persona me merecen. Trabajadora incansable (a sus noventa años aún sigue acariciando la piedra para sacar de ella el más bello de los poemas) pasa discretamente por la vida dejando en manos de otros dar a conocer todo el valor de su obra artística, una obra especialmente desarrollada desde lo escultórico pero en la que otros aspectos como el dibujo, la pintura e incluso la poesía están permanentemente presentes, desde un concepto rotundo y esencial de lo artístico que concibe el proceso creativo como un proceso integral.

Aunque también había formado parte del elenco de mujeres artistas protagonistas en la Semana de la Mujer en Astorga y habíamos coincidido en diversas actividades que nos habían dado la oportunidad de conversar a menudo, nuestro mayor acercamiento se produjo en 2013, durante la realización del proyecto ‘Maternidad’ a través del cual pude conocer más su esencia personal y artística que regala a manos llenas a quienes siente verdaderamente unidos al mundo del arte. Verla trabajar, sacar de cada fragmento de piedra la esencia escondida, ver como sus manos deslizan el carbón o la tiza por el papel esbozando imágenes, comprobar como sus manos aún son capaces de arrancar a golpe de cincel y martillo una tremenda poesía a piedras tan sencillas como un canto rodado, son experiencias inolvidables que nos hablan de la grandeza del arte que también se esconde en lo más pequeño. Particularmente quizá sea esa la faceta de su obra que más me llama la atención, esos rostros apenas perfilados en piedras que un día se llevó a su taller procedentes del lecho de un río, de alguna escombrera incluso, porque –me decía– «cada obra está escondida en su propia piedra. Solo tienes que observar, descubrirlas y luego, con mucho mimo y cuidado, sacarlas a la luz». Y apenas con unos trazos de tiza, te dejaba perfectamente claro lo que se escondía en cada una de ellas.

Con un estilo en el que deja su impronta, según los estudiosos de su obra, «desde un expresionismo contenido hasta un arcaísmo clasicista de enorme sobriedad, por los que transita con total libertad», Castorina desarrolla un estilo propio en el que tanto sus dibujos y pinturas como especialmente sus esculturas se llenan de miradas que ponen su atención en el mundo de la mujer y de las relaciones humanas, elevando a carácter de universal sentimientos, emociones, la relación diaria con la vida, para descubrimos múltiples encuentros con la maternidad, con el trabajo, con el dolor y con la felicidad, la ternura, la sensualidad, la desesperación… algunas veces también con connotaciones espirituales o bíblicas; obras que ponen de relieve la profunda relación entre los seres humanos en general y en particular la propia forma de enfrentarse al mundo de las mujeres.

Como las dos anteriores protagonistas de nuestra sección, con las que compartía afanes y una especial amistad, también ella se dedicó durante años a la enseñanza de lo artístico. Aún hay alumnos de sus clases en el Instituto de Astorga que recuerdan sus particular forma de enseñar, esa libertad que buscaba sacarles de dentro la creatividad que –ella está convencida- todos llevamos en nuestro interior.

A mayores de todo esto, y aunque escasa, también nos ha regalado una faceta literaria cargada de poesía como la que nos muestra su libro ‘Ya eres primavera’, una selección de cartas escritas a su hijo fallecido que, acompañadas de algunos dibujos y pinturas también dedicados a él, nos dan otra dimensión diferente de su carácter creador.

Y es que Castorina se hace poesía en cada una de sus esculturas, en esas piedras que llevan a ser acariciadas, a veces para recibir calor, a veces con deseo de curar las heridas que representan; Castorina enreda versos en las líneas que se marcan en cada línea de todos los dibujos con que va sembrando su vida diaria. Pero Castorina es también una escultora de la palabra, aunque se prodigue en ella mucho menos. Castorina ha de ser una artista imprescindible en nuestro descubrir y disfrutar del arte.
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