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Escuchen a José López Robles

06/03/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Mira que hay temas para tratar con mayor urgencia, algunos tan necesarios como fortalecer la sanidad, fomentar el empleo o facilitar el acceso a la vivienda. Se ha liado tan gorda que nuestros candidatos lo van a tener muy difícil para convencer a los cerca de nueve millones de habitantes que viven en una España, la rural, que ocupa casi el noventa por ciento del territorio nacional y la totalidad del adn patrio. Es verdad que las diputaciones se comen un presupuesto anual que supera los 20.000 millones de euros. Guste o no, dan empleo a más de 60.000 personas, entre funcionarios, personal laboral, interinos, asesores y, por supuesto, políticos de todos los colores. Las hay de varios tipos: de régimen común como la de León y otras treinta y siete; las forales, en tres provincias vascas; la navarra, que aplica de otra manera; siete cabildos en Canarias y tres consejos en Baleares. Quedan fuera del recuento las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla o las cinco comunidades uniprovinciales, también Asturias y sus setenta y ocho concejos. La verdad es que los españoles somos muy grandes a la hora de trocear el mapa. Menos mal que perdimos Filipinas, Cuba y Puerto Rico, porque el puzle ibérico no lo arregla "ni la madre que lo parió". Las diputaciones sirven para prestar servicios a municipios con menos de 20.000 vecinos, pero el voto indirecto de un concejal en Ponferrada (67.000) puede ser clave a la hora de presidir el Palacio de los Guzmanes. Aunque fueron pensadas para ayudar en la gestión de miles de pueblos, se les otorga competencias ‘impropias’ sin presupuesto definido como, por ejemplo, la asistencia social que a veces se cubre recortando de otras partidas. Y luego están personajes como Barazón, Fabra o Baltar para dar la razón a quienes quieren cerrar estos cementerios de elefantes, unos cuantos localizados en Andalucía por cierto.

No todo está perdido. Conozco a un hombre que tiene una idea para salvar del desastre al medio rural. Se llama José López Robles, fue alcalde de La Pola de Gordón allá por 1979, mano izquierda de Alberto Pérez Ruiz hasta 1987 y autor de un manifiesto abierto a todas las ideologías y formas de concebir nuestra vieja península. El protagonista de esta columna cree urgente la puesta en práctica de un gran cambio basado en "la honradez, el talento y la creatividad", que sirva para alejarnos de "corruptelas, caciquismos y nepotismos" y que sea una alternativa al desgastado modelo de vida urbano. Escuchen a este sabio antes de que caiga esa lluvia amarilla que describió el de Vegamián y nos ahoguemos para siempre.
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