Escribir para vivir, vivir gracias a lo que se escribe

Charo de la Fuente, leonesa de Laguna Dalga, vive en el permanente reconocimiento de la poesía y la literatura como su pasión vital, al margen de lo que pueda ser su medio de vida

Mercedes G. Rojo
10/12/2019
 Actualizado a 10/12/2019
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«Como la mariposa tardía, aunque ya no encuentre flores y sólo halle cardos y espinas a mi paso, nada me impedirá volar...» (Charo de la Fuente. Escritora)

Con estas palabras nos recibe una hermosa fotografía en la página de Facebook de Charo de la Fuente Mar (Laguna Dalga, 1959), autora con la que hoy volvemos de nuevo a los senderos literarios del panorama artístico de nuestra provincia. Es ella una leonesa que considera «la poesía como algo amado y, a veces, medicina, catarsis y salvación», más aún dentro de ese proceso al que ahora mismo se dedica: cuidar de su salud mientras escribe, escribe, escribe… Deambula Charo entre los senderos de lo poético y lo narrativo por trayectos que inició en la infancia, con un profundo amor a la literatura que reconoce estuvo en gran parte alimentado por sus profesoras, a quienes debe también su aliento hacia la escritura, aliento del que vendría su primer premio de relatos con 14 años. Sin embargo, no será hasta 2014 cuando esta paramesa de corazón (que ha deambulado también por tierras bilbaínas, en las que pasó parte de su infancia, y bercianas, donde ejerció un tiempo su profesión desde la docencia y la orientación como trabajadora social, hasta instalarse definitivamente en León) se incorpora al panorama literario de la ciudad, desgranando parte de sus obras en encuentros poéticos y narrativos como el Ágora de la Poesía, L’ékole poetique o Cuento Cuentos Contigo, por hablar solo de los periódicos. A través de ellos comenzó a compartir públicamente sus escritos, algunos de los cuales podemos encontrar editados en sus dos libros en solitario además de en diversas publicaciones de carácter coral, que jalonan su camino de letras acompañándose en el trayecto de algunos premios por textos individuales en una u otra modalidad o el carácter de finalista en otros, que le han servido de acicate para continuar escribiendo.

Profundamente admiradora de Saint-Exupery (tiene como libro de cabecera uno de El principito, «viejín, pegado, grapado... casi como yo(…) un libro recurrente en mi vida») y de R. Tagore, una de cuyas frases («La raíz escondida no pide premio por dar frutos a la rama») dice resumir su forma de entender el mundo; a pesar de ello y de las lecturas tan eclécticas a las que se entrega, considera como sus particulares fuentes de inspiración, aún más que las literarias, su imaginación y su gran necesidad de expresar.

Escoge para su primera incursión en el mundo editorial, Tierra de Raíces y Amores, un poemario que se nos presenta como «personal e intimista, con alguna pincelada costumbrista, coloreado con recuerdos de la infancia y adolescencia», conformado por un ramillete de poemas rescatados entre los escritos hace ya mucho tiempo, «aunque haya(n) sido revisado(s) con posterioridad y remozado(s) con la inclusión de algunos nuevos poemas también, pero en su esencia están las vivencias de mis primeros años de escritura», en los que se ha decantado por una poesía más bien de corte clásico (como lo es casi al completo en su trayectoria) en la que predominan las formas rimadas a través de diversas formas, que nos llevarán desde el canto a sus orígenes de la primera parte («Vuelve a mis ramas y tallo,/vuelve a la raíz de tu alma,/ quédate aquí junto al tronco/ que te dio vida en su savia…», de Echa raíces) al deseo del retorno y la esperanza del futuro entre las misma raíces («Cuando sea viejecita,/si es que llego alguna vez,/búscame entre aquellos campos,/ y entre los mares también,/ donde guardo mis recuerdos/ y te amé una vez», de Te espero ayer).

Las aportaciones de creación más próxima, las correspondientes a la última época, podemos encontrarlas en las que jalonan las diversas publicaciones corales en las que participa y en su segundo y por el momento último libro, en los que (con la misma fórmula estructural) encontramos poemas más comprometidos con los problemas y las situaciones sociales que nos ha tocado vivir. Así, por ejemplo, su La huida del tiempo, se convierte, según sus propias palabras, en «un viaje poético por la propia existencia personal de cada uno» en el que se hacen presentes, a modo de recorrido vital, los momentos cotidianos de la vida, los que «(…) ocurren mientras se nos pasa el tiempo de la misma y que nos hacen ser lo que somos, conducir nuestra vida como lo hacemos, evitar aquello que no queremos».

En cuanto a sus relatos, algunos de los cuales podemos encontrar en la publicación periódica Alquimia literaria con la que viene colaborando mensualmente desde 2016, dice buscar en los más actuales la forma de dejar un poso de crítica, de intentar cambiar algunas cosas.

Termino con otra frase de la autora que en su momento escogió para su presentación en redes y que es una frase más que significativa de lo que hoy define a Charo de la Fuente en su relación con la literatura: «Escribo para vivir, y vivo gracias a que escribo aunque no viva de lo que escribo».
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