06/02/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Entre las situaciones dolorosas con las que podemos encontrarnos ocupa un lugar importante el ver cómo cierra una empresa o cómo alguien se queda sin trabajo. Todavía la semana pasada estábamos pendientes de los resultados de una votación, de cuya decisión iba a depender la continuidad o huida de una importante empresa de fabricación de automóviles en Aragón. Estaba en juego el pan y el futuro de muchas familias. Suponiendo que las razones aducidas por dicha empresa son aceptables, parece más sensato optar por no perder el trabajo, aun a costa de ganar un poco menos, que quedarse en la calle.

En el mundo empresarial se dan variedad de situaciones. Hay empresas en las que sobreabundan los beneficios y otras que a duras penas pueden subsistir, hasta aquellas a las que no les queda otro remedio que resignarse a morir. Sin duda resulta reconfortante el saber que en España las cifras de la macroeconomía son muy positivas, que ya no se habla de la posibilidad de un rescate o que la hasta hace pocos años desconocida parienta, la prima de riesgo, ya no es noticia preocupante. No podemos negar que si dicha macroeconomía no funciona, poco podemos esperar. Pero reconozcamos que hay gente que lo sigue pasando muy mal, que no encuentran trabajo o que en caso de trabajar lo hacen en unas condiciones muy precarias, casi insultantes.

Se nos parte el corazón cuando cierran empresas o se pierden puestos de trabajo, pero sentimos una enorme indignación cuando nos enteramos de los abusos. Parece que hay mucha sensibilidad ante la violencia machista, se habla del endurecimiento de las penas en determinadas circunstancias… pero se hace la vista gorda ante innumerables casos de explotación y esclavitud. Algo funciona mal cuando mafiosos y negreros actúan con total impunidad, abusando de los colectivos más débiles como pueden ser inmigrantes, mujeres, jóvenes… Por ejemplo, si un empresario tiene trabajando a un inmigrante un montón de horas, sin apenas descanso, sin seguridad social, con un salario ridículo, viviendo en condiciones infrahumanas, además de la correspondiente y ejemplar multa, debería ir a la cárcel. Por desgracia son multitud los explotados y los explotadores.

Aunque parezca mentira, en España, en pleno siglo XXI, se consiente la esclavitud laboral y sexual, pero tanta culpa tienen los que la ejercen como los que la consienten. No sería mala idea poner buzones en nuestras calles para recoger denuncias y, si tienen fundamento, actuar en consecuencia.
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