"Es un miserable zulo, pero es mi casa"

La familia Romero vive desde hace un año en una furgoneta en Puente Castro después de que las obras del sector La Serna-La Granja les llevasen a abandonar el antiguo matadero

Alfonso Martínez
15/08/2020
 Actualizado a 15/08/2020
José Luis, Dolores y Yolanda duermen en una furgoneta y hacen vida al aire libre junto a la discoteca Oh! León. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
José Luis, Dolores y Yolanda duermen en una furgoneta y hacen vida al aire libre junto a la discoteca Oh! León. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Sobre el vetusto cajón de madera que utilizan a modo de mesa apenas hay medio paquete de galletas, uno de azúcar, una naranja y una pera. Son parte del frugal desayuno que han compartido hace pocos minutos, José Luis, Dolores y Yolanda. No hay ni leche y por eso los vasos de plástico permanecen apilados en el interior de un destartalado cesto de mimbre que no ha podido conservar ni su manija ni sus adornos.

Esta familia malvive desde hace algo más de un año a orillas de las instalaciones de la discoteca Oh! León, en las inmediaciones de Puente Castro. Tienen su dormitorio en una furgoneta que les sirve además como despensa y que está en el aparcamiento del que antiguamente fuera uno de los referentes del ocio nocturno de la capital. Y a escasos metros, frente a uno de sus accesos tienen habilitado un salón al aire libre con sillas plegables y cajas de fruta como mobiliario. Llama la atención un bollo de chocolate en el menú matutino de una familia para la que todos los días es fin de mes. Yolanda, la hija, cumplía años. «Hace 29 y en la situación en la que nos encontramos es lo mejor que hemos podido regalarle para celebrarlo», comenta José Luis antes de comenzar a relatar la historia de una vida que le ha acabado dejando en la calle.Cuando León comenzó a expandirse hacia el este, la familia Romero tuvo que contraerse hacia el sur. Habían estado más de doce años en las naves del antiguo y abandonado matadero. Entraron con el permiso de su dueño, pero no se enteraron cuando lo vendió. Y llegó el día en que comenzaron las obras para urbanizar el sector La Serna-La Granja y construir un gran parque comercial –con Decathlon como principal reclamo– y 1.475 viviendas.Solo pedimos un tendejón que podamos pagar con los ingresos que tenemos. Para malcomer nos apañamosPero las máquinas hicieron al mismo tiempo que José Luis, Dolores y Yolanda se quedasen sin la suya, sin su vivienda, por lo que tuvieron que montarse en su furgoneta e instalarse en el que es su actual ‘hogar’. «Es un miserable zulo, pero al fin y al cabo es mi casa», argumenta José Luis con cierta resignación en su voz y en su mirada tras acceder a que fotografiemos el interior del vehículo en el que duerme su familia. «No sabemos si es verdad, pero igual nos tenemos que ir de aquí también, porque el otro día vino un hombre a decirnos que en breve tenían que abrir las instalaciones de la discoteca para que se aireasen. No se identificó, pero ya le pedimos que al menos nos dejasen tener la furgoneta en el aparcamiento, aunque tuviésemos que quitar las sillas del acceso al edificio», agrega.Dos infartos, una angina de pecho y la diabetes pueblan el historial médico de un hombre de 70 años que este viernes no pudo llevar al médico a su mujer –también enferma– porque no tenía gasolina para ir desde Puente Castro hasta Armunia. Ni dinero para repostar. «Se pasan la pelota unos a otros, pero al final nadie nos ayuda. Solo Dios. Y nosotros tenemos que comer todos los días, aunque sea un mísero trozo de pan», lamenta José Luis antes de presentarnos al cuarto miembro de la familia.

Taco, imprescindible

Se llama Taco, un perro que parece a todas luces una de las pocas alegrías que la vida ha dado a esta familia. «Prefiero que me quiten la furgoneta o que me lleven preso antes que perderle a él, porque sé que él nunca me va a abandonar», comenta un sonriente José Luis mientras que su mujer y su hija asienten con la cabeza y acarician a Taco.

Esta familia solo pide un techo, porque para «malcomer» se van apañando como pueden. «Ni robo, ni me pego con nadie, ni trafico con drogas. Lo peor que hago a lo mejor es tener que buscar dos tomates en el contenedor de un supermercado cuando se van acabando los víveres. Tengo un gancho para poder coger las bolsas, abrirlas, ver lo que podemos aprovechar y finalmente dejar el resto en el contenedor. Solo necesitamos un tendejón en el que podamos tener al menos un dormitorio y que nos cueste un precio razonable en función del dinero del que podemos disponer cada mes», argumenta José Luis a la puerta de su furgoneta.

Las ayudas y la estafa

Las dos ayudas que cobra el matrimonio apenas superan los 700 euros, pero 200 se van directamente a amortizar un crédito de 2.000 que pidieron hace algunos meses para tratar de alquilar un piso en la capital leonesa. «Vimos un cartel en la plaza Mayor y llamamos, porque eran 300 euros al mes con la mayoría de los gastos incluidos y estaba muy bien, pero al final era todo una estafa. Nos pidieron 940 euros por adelantado por gastos administrativos y una fianza, pedimos el crédito, ingresamos el dinero en una cuenta de Rumanía y nunca más supimos nada de esa gente», lamenta.

La cesta de la compra

Y con los 500 y pico euros restantes, la familia Romero trata de tener alimentación básica durante todo el mes. «Comemos casi siempre legumbres, además de un poco de leche y galletas, porque si nos vamos a algo de carne o pescado las cuentas ya no nos cuadran», detalla.

Por eso insiste en pedir ayuda principalmente para conseguir un techo que pueda pagar en la medida de sus posibilidades, pero también para poder mejorar la alimentación de su familia. «A ver si el alcalde, o la Junta o alguna entidad social puede echarnos una mano, pero ya nos conocen y lo cierto es que al final nadie nos ayuda», lamenta José Luis antes de ofrecer su número de teléfono para todo aquel que pueda contribuir a aliviar su situación (642-972-786).

Más de cuatro décadas en León

El capítulo actual –esperemos que el siguiente sea más feliz– de la historia de José Luis llega después de más de cuatro décadas viviendo en León. Llegó con 28 años después de haber nacido en la localidad turolense de Torres de Albarracín y de haber pasado por Zaragoza y Valencia a raíz de la muerte de su padre. Este hombre hace especial hincapié en los oficios que ha desempeñado durante estas décadas. «He trabajado como tapicero y como pulidor de mármol, como camarero e incluso en un desguace», asegura con nostalgia y cierta decepción al ver su «lamentable» situación actual.
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