Secundino Llorente

¿Es tan difícil?

01/12/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Qué ilusos somos! Pensábamos que la reforma educativa ‘partidista’ Lomce sería la última. Confiábamos en la llegada del pacto educativo. Cada cambio de gobierno ha traído su acrónimo (Lode, Logse, Loce, LOE o Lomce) con su reforma educativa. Llevamos siete en los últimos cuarenta años. ¡Qué vergüenza! Ya estamos hartos. Los ‘populares’ pretendían para esta legislatura conseguir el acuerdo unánime en temas educativos, pero el ministro Méndez de Vigo se perdió en la autonomía catalana y la gürtel y no le quedó tiempo para trabajar el pacto. La llegada de los socialistas, para el breve periodo que quedaba de legislatura, auguraba una oportunidad de lograr el acuerdo. Habrían hecho historia. Les levantaríamos un monumento de agradecimiento en cada colegio. Pero no ha sido así. La ministra Celaá nos despertó del sueño, volvemos a las andadas, otra reforma partidista sin futuro.

Por supuesto que estamos de acuerdo en que la Lomce necesita una reforma: Las reválidas nacieron ya muertas y por eso las aparcó el mismo PP, la religión no debe ponderar como la Música o Informática para acceder a la universidad o el director no debería ser nombrado a dedo por la administración sino salir del claustro con el apoyo de la comunidad educativa. Soñábamos con estos cambios en un pacto educativo definitivo y consensuado, pero «no» con un decretazo del gobierno, sin apoyo y con la amenaza de la oposición de cambiarlo a su vuelta. Como siempre. De nuevo la decepción y el bochorno.

Por otra parte, no tendrán la valentía de entrar en temas conflictivos como los móviles en el aula, los deberes o la selectividad única. Tienen miedo a las autonomías y además eso no da votos. Conceder el título de bachillerato con un suspenso, al cumplir 18 años, podría ser más rentable. ¡Inadmisible engaño!

«Pobres profesores». Nos espera otro cambio en los proyectos educativos y en las programaciones. Más comisiones y reuniones. A los profesores nos encantan las clases, pero odiamos el papeleo.

«Pobres padres». Otra vez peligra el derecho a elegir centro para sus hijos. Los que puedan permitírselo irán a colegios de élite con bachillerato internacional que les garantice la salida universitaria que deseen.

«Pobres alumnos». Estos cambios les desorientan totalmente. Al alumno de cuarto de ESO no le valen los libros de su hermano de bachillerato y los suyos no le valdrán al de segundo de ESO. Nuevas optativas, nuevos itinerarios, nuevos criterios de promoción y titulación. ¡Ya está bien! ¿Es tan difícil que los políticos se pongan de acuerdo en la educación de nuestros niños? ¡Pobres alumnos pobres!
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