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Es mejor dejar de comprar que votar

18/10/2020
 Actualizado a 18/10/2020
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«Toda resistencia es inútil». La frase, de película de serie B de esas que los marcianos invaden la Tierra, viene al pelo estos días. Podemos llegar a pensar –y, de hecho, lo hacemos con frecuencia– que realmente está en nuestra mano cambiar las cosas. Antes nos conformábamos con gritar a la ‘tele’ o defecar metafóricamente en la autoridad local, provincial, autonómica, estatal o religiosa para expresar nuestro desagrado con las circunstancias. Pero la sociedad de la información instaló en nuestras cabezas la ilusión de que teníamos el poder para mejorar nuestra situación y hasta la del mundo entero. Al fin y al cabo, vivir no es otra cosa que engañarnos y borrar de nuestra cabeza la certeza de que vamos a morir mucho antes y muchísimo peor de lo que nos gustaría.

En su libro ‘1984’ (donde, por cierto, gritan bastante a la ‘tele’) George Orwell utilizó la lotería como metáfora del autoritarismo. Los oprimidos tienen dos opciones: o bien pensar que no hay nada que perder e intentar salir del agujero por las bravas, uniéndose y llevándose todo lo que haya por delante en un intento de hacer que tus hijos vivan mejor que tú, o bien resignarse y confiar en un golpe de suerte externo. El hecho de que haya tanta gente que deposite sus esperanzas en un resguardo de Bonoloto («ven que te bese aquí, mua mua, mi pequeño pasaporte virtual a una visita sorpresa al despacho del presidente de esta empresa de #$!&») demuestra la vigencia de lo segundo.

Y no es derrotismo ni conformismo, sino un mecanismo de defensa frente a la frustración constante de estos días. A veces pensamos que si tuiteamos esto o hacemos proselitismo de lo otro en la cola de la pescadería conseguiremos crear una corriente de eso tan amorfo de la ‘opinión pública’. Hay incluso quien piensa que el hecho de que el Gobierno se esté achantando en su proyecto de renovación del Consejo General del Poder Judicial se debe a esas cuatro verdades que le soltó, bien soltadas, a Hermógenes el de Etelvina. Cuando, en realidad, ni siquiera el acto de votar tiene un impacto específico en nuestra vida diaria.

De ahí que haya gente como el actor Woody Harrelson (ex camarero en la serie ‘Cheers’, ex ‘fumeta’ y ahora con un ‘podcast’ en Spotify bien curioso sobre su padre, un asesino a sueldo: ‘Son of a hit man’) que defienda que nuestro principal poder es como consumidores. No hay nada mejor para que los poderosos se pongan las pilas que ver cómo los clientes se dan de baja porque una empresa contamina un río o patrocina a quien se ríe de mi pueblo. La del dinero es, tristemente, la única resistencia que nos queda hoy.
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