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Es la brisa y el sol

13/06/2021
 Actualizado a 13/06/2021
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Cuando llega el calor los chicos se enamoran, es la brisa y el sol. Así ha sido siempre y así será. Y en la frase de Sonia y Selena se esponja la esencia misma de la humanidad, del mismo modo que en el «canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles» que dijo Homero o aquel arranque de Charles Dickens con «era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos».

Porque sí, la vida es un torrente que se puede intentar encauzar, pero nunca detener. Vas por el Húmedo los viernes o sábados y parece esto Ibiza en verano. Unas sonrisas de oreja a oreja, voces, ruido de hielos contra cristales, alegría. Sabemos que hay agoreros señalándonos y diciendo que no hay que bajar la guardia. Y es verdad: sigue muriendo gente cada día y la incidencia del coronavirus no desciende hasta niveles de despreocupación. Pero explícale a alguien que ya tiene a sus padres o abuelos vacunados que todavía tiene que sacrificarse, practicar la distancia social y evitar las aglomeraciones. Cuando tus actos, aunque sean aparentemente íntimos y privados, pueden llegar a tener consecuencias sobre la vida misma de tus mayores –como se ha demostrado con este virus–, todavía se puede apelar a la responsabilidad. Pero cuando sabes que sólo te pones en riesgo a ti mismo –o a los que, voluntariamente, están haciendo lo mismo que tú– la vaina es bien distinta. Un poco como el chiste de Eugenio del rapaz atiborrándose de dulces y el abuelo le dice: «Niño, no comas más pasteles, que vas a reventar». A lo que éste responde: «Pues dame otro y apártate».

Se nota esta nueva mentalidad, fruto de que la gente no puede más y necesita desfogar como sea, en el tráfico de los medios de comunicación ‘online’. En los momentos más chungos de la pandemia andábamos todos enganchados viendo noticias de que si el virus se contagiaba por aerosoles o por superficies, si realmente provocaba caída del pelo o cuántos casos de trombos había por cada una de las vacunas. Pero la prueba de que, poco a poco, el mundo recupera sus revoluciones está en que hemos dejado de mirar tanto las pantallas –aunque a veces resulte inevitable volver al enganche con las noticias ante un nuevo ejemplo de perversidad, como un padre que asesina a sus hijas– y nos hemos puesto a hablar cara a cara, reír con la boca bien abierta y abrazarnos, actividades proscritas y mal vistas hasta hace nada.

¿Volveremos a saludarnos con dos besos o quedarán los choques de codo y puñitos? ¿Habrá un reinicio o una continuación donde lo dejamos? ¿Seremos mejores o peores? Ah, preguntas que se pierden entre el ruido de las carcajadas de los chicos, que se enamoran cuando llega el calor, es la brisa y el sol.
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