07/08/2020
 Actualizado a 07/08/2020
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Este diabólico 2020 nos está afectando a todos (a unos más y a otros menos) y de estas tremendas turbulencias no se está librando ni la Casa Real, que pasando por un particular ‘annus horribilis’ ha culminado la primera parte del año con la salida del Rey emérito de su casa y de España con destino incierto. Aunque como todo en la vida, su situación aún es susceptible de empeorar.

Una vez más, volvemos a las dos Españas de siempre, en las que encuentras legiones de partidarios y detractores en este caso cargados de argumentos para apoyar o criticar la figura de don Juan Carlos I y de paso, cuestionar el papel de la monarquía en una democracia del siglo XXI.

Les confieso que no me considero especialmente monárquico y que, a un liberal como yo, eso de que un cargo pase de padres a hijos, le suena algo anacrónico. Tampoco soy especialmente republicano, porque visto lo visto (y a los resultados electorales me remito), creo que, si nos dejasen votar, la gente votaría a quien más molestase al de enfrente y terminaría siendo presidente de la República Rodolfo Chikilicuatre, El Dioni o lo que es peor, Pablo Echenique.

Como me dijo esta semana mi amigo Luis, que es de los mejores paisanos que hay en la provincia (omito su apellido por prudencia), conforme pasa el tiempo cada vez me considero más «monarquicano» de manera que a cada ataque que recibe la Casa Real, comprendo que España es lo que necesita y que no nos podemos plantear que la jefatura del Estado caiga en manos de un enemigo de nuestro país, que podría pasar.

Hay quien esgrime el argumento de que la Casa Real nos cuesta mucho dinero a los españoles, unos 8 millones de euros al año. Lo que supone un tercio de lo que nos cuesta al año la televisión de Castilla y León, la décima parte de Telemadrid y 30 veces menos que TV3. ¿De qué estamos hablando? Eso sin hablar de los 200 millones que cuesta la presidencia de Italia o los 90 millones de la presidencia francesa (sin contar los sueldos de sus 1000 empleados).

Otros quieren atacar la figura de la monarquía por los supuestos excesos e irregularidades de don Juan Carlos I en su ámbito personal, cuando aún ni siquiera está imputado ni procesado. Aunque comparta que todos tenemos que tener una absoluta igualdad ante la Ley, también sería de bien nacidos reconocerle todo lo que ha hecho en el ámbito empresarial, político y social por esta España nuestra cada vez más irreconocible.

Yo por mi parte tengo sencillo decantarme por los partidarios o los detractores, utilizando una herramienta muy útil como es situarme en contra por sistema de quienes quieren destruir nuestro país y la convivencia. Miren dónde están los comunistas, los terroristas o los independentistas y yo siempre estaré del lado contrario.

Esto no es un tema de si don Juan Carlos I ha hecho mal unas cosas u otras o de si monarquía sí o no. Parafraseando el famoso eslogan «es la economía, estúpido» de la campaña de Clinton, aquí lo que algunos quieren destruir «es España, estúpido».
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