"Es como volver a vivir tu vida y la de tus gentes"

Antonio Barrera es un electricista jubilado de Villadangos del Páramo que ha ido reuniendo recuerdos de todo tipo de cómo era la vida en su entorno, hasta lograr un cuidado y coqueto museo etnográfico

Fulgencio Fernández
12/02/2023
 Actualizado a 13/02/2023
Sientes una curiosa sensación al recorrer el que su dueño llama Museo Barrera en Villadangos del Páramo y es que «está lleno de vida», algo no muy habitual. Muchas veces —tal vez por el abandono, el encontrar muchas piezas almacenadas y desordenadas o similares—tienes la sensación en lugares parecidos de almacén de historias muertas, no ocurre aquí, tal vez por el orden, la limpieza, el cuidado o porque desde que entras y encuentras el brasero encendido tienes la sensación de que hay vida allí; y lo completa Antonio Barrera vistiendo las ropas apropiadas para las fotos, como si quisiera mostrar un gran respeto.
Antonio corrobora la sensación. «Sí es una buena forma de verlo o entenderlo; es cierto que estando aquí tengo la sensación de volver a vivir pasajes propios pero también de la vida de mis gentes, mis padres eran agricultores, y los abuelos... y muchos de los aperos que hay en este museo forman parte de su historia, fueron suyos. Es más, el lugar que ocupa el museo eran las caballerizas, la cuadra de los caballos de casa, y aquí están los yugos, y demás».

Antonio Barrera no siguió la tradición familiar y fue primero electricista y después socio de una conocida empresa del sector, pero jamás se produjo en él el más mínimo desapego de la que había sido la historia familiar y desde hace casi dos décadas viene recogiendo todo tipo de aperos y recuerdos. No falta en su museo, no podía faltar, un rincón dedicado a la electricidad, a aquellas primeras instalaciones, las viejas llaves... «Fue mi profesión, tenía que estar presente».La jubilación le regaló tiempo añadido. La pandemia aún más y en su rincón, en su museo, pasó muchas horas de aquel aislamiento impuesto, hasta dejar un espacio con muchas cosas pero no abigarrado, que se puede recorrer con tranquilidad y en el que se percibe un cuidado casi con mimo de cada una de las limpias piezas. - ¿Cómo lo has organizado?- Hay dos aspectos. De un lado las estancias de la casa, con especial cuidado para la cocina, en la que se hacía la vida, y la despensa, donde iba a parar la matanza y todos los aparatos que se utilizaban para cada una de las faenas propias de aquella fiesta de todas las familias. Y después abordé los oficios más habituales en la casa y en la comarca, más el obligado añadido de la electricidad.- ¿Qué oficios priman?- El primero la agricultura, de la que vivió prácticamente toda la comarca, con los antiguos aperos de labranza y los arreos de los animales; también hay un espacio para la herrería, un complemento indispensable para la agricultura, con un viejo yunke y un gran fuelle en perfecto estado de funcionamiento; un rincón para los hilados y así darle visibilidad a muchos trabajos que eran casi exclusivos de aquellas laboriosas mujeres de nuestros pueblos, ejemplares siempre, con las ruecas, los hilados...; la barbería recuerda a aquella vida de tantos oficios que había en los pueblos cuando estaban llenos de vida y vecinos; la llegada de la telefonía, viejas fotografías y un espacio al que le tengo especial cariño: la carpintería.- ¿Y ese cariño?- Aunque fui electricista nunca se me dio mal la carpintería;al margen de todas las herramientas del oficio la carpintería está muy presente en todo el museo en otras manifestaciones, como las maquetas, los techos, las vigas...Se refiere Antonio Barrera con las maquetas a dos cuidadas y artísticas maquetas de un hórreo de la montaña leonesa —«que no es asturiano ni gallego, es de León»—y también una bodega, con el ‘interior visto’ para poder seguir todo el proceso de elaboración del vino.

Y las buenas mañas de carpintero están presentes en los cuidados techos originales. «Esta viga de negrillo estaba en la casa de los abuelos y a los techos de tabla lo único que he hecho es ponerles tablillas paras los agujeros que dejaban las originales».

Por las paredes ‘lucen’ otras manifestaciones de su pasión por las tradiciones y la historia de su pueblo. Un viejo escritorio, fotos de la presencia en los carros engalanados (y los premios) o viejos documentos que hablan de cuando los vecinos defendieron, por ejemplo, que una carretera «no agrediera» a su espectacular laguna, «que entonces se usaba mucho para riego y ahora es también una reserva de aves de las más importantes».

En definitiva, la vida recogida en un coqueto rincón de la casa de Barrera.
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