05/11/2021
 Actualizado a 05/11/2021
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Andan estos días muy preocupados nuestros líderes mundiales por el cambio climático. Decenas de aviones privados viajaron hasta Glasgow en lo que entiendo que era un ejercicio empírico para comprobar que, efectivamente, los aviones contribuyen al calentamiento global. Además, también acordaron que la temperatura del planeta suba solo 1,8 grados, supongo que acordando un calendario para rotar el mando del climatizador y que a nadie se le pasara.

Y es que a estas alturas el tema del calentamiento global, la sostenibilidad y toda la agenda es casi mejor tomárselas a broma. Muy lejos del negacionismo, no se equivoquen, pero lo que es normal es que a más de uno en esta provincia lo que le queme estos días sea la sangre viendo como se dinamitan, literalmente, térmicas, hace años que se desmantelaron las minas y a la vez llegan barcos llenos de carbón y se reactivan centrales en otros puntos de España porque, a lo mejor, el tan cacareado plan de transición estaba mal calculado.

Tan claro está que las energías renovables son el futuro y que el carbón contamina como que el precio de la energía está por las nubes. Esto en gran parte se debe al haber renunciado a la capacidad de ser algo más autosuficientes además de a desmantelar comarcas enteras sin ofrecer una alternativa más allá de la de construir un pabellón o arreglar una carretera que, con el paso de los años, apenas se utilizan al no quedar ya prácticmanete nadie allí.

Estos días no hay de nada, los precios suben a consecuencia de ello y nos acordamos del momento en el que toda la base de la pirámide se regaló a una fábrica de Pekín o Shangai, donde el cambio climático es un cuento... chino.

Se nos va a quedar un cacho de planeta precioso para malvivir.
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