Ernst Haeckel y el geranio de prado

Por José Javier Carrasco

José Javier Carrasco
16/05/2023
 Actualizado a 16/05/2023
Pantano de Riaño. | SAÚL ARÉN
Pantano de Riaño. | SAÚL ARÉN
Fue Ernst Haeckel quien en 1869 definió una nueva categoría científica, la ecología o estudio de la relación de los seres vivos con el ambiente que los rodea. Actualmente el concepto alude también a las relaciones que los seres vivos mantienen entre sí. Un término clave en el estudio de la ecología es el de ecosistema, que se implantó hacia los años treinta del siglo pasado. Tansley lo definió en 1935 como un sistema completo, compuesto por los organismos y el complejo total de factores físicos que forman el ambiente que los rodea. Un posible ejemplo es un lago, también un prado, un bosque o un desierto. Antes, en 1917, Joseph  Grinnell, en un estudio sobre aves, introdujo un término afín al de ecosistema, el de «nicho», ese lugar físico o hábitat ocupado por diferentes especies dependientes de unas determinadas condiciones físico-químicas y biológicas, en el que dos especies similares no pueden convivir durante mucho tiempo.  Aunque se dan en ocasiones casos como el de las diferentes familias de pinzones estudiados por Darwin en las Islas Galápagos, cada una de ellas con una dieta distinta, en el que la convivencia en un mismo nicho es factible. La naturaleza abarca dentro de sí  un complejo sistema de interrelaciones, en el que domina cierta regularidad, pero  en el que además caben fenómenos singulares, anomalías y factores sorpresa como los pinzones de las Galápagos o la aparición de una especie, el hombre,  que podría destruirla tal como la conocemos.

El 26 de abril de 1986 ocurría en la central nuclear ucraniana Vladimir Ilich Lenin, próxima a la ciudad de Chernóbil, cerca de la frontera bielorrusa, uno de los dos peores accidentes nucleares junto al de Fukusima I, en Japón, en 2011. La explosión del reactor 4 provocó la formación de una nube radioactiva que se extendió por parte de Europa y alcanzó América del Norte. Después del accidente, seiscientas mil personas llamadas «liquidadores» iniciaron un proceso masivo de descontaminación, contención y mitigación de los daños causados. Se aisló un área de 30 Km de radio alrededor de la central, conocida como «zona de alienación», que todavía  se mantiene. A  finales de 2016 se inauguraba la estructura, o sarcófago –construido por la empresa francesa Novarka y financiado por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo– que cubrió el reactor dañado, sustituyendo a otro sarcófago anterior considerado poco seguro. La premio nobel de literatura Svetlana Alexievich dedicó un libro, ‘Voces de Chernobill. Crónica del futuro’, a la memoria de quienes vivieron el accidente. En sus páginas se puede leer el testimonio estremecedor de uno de aquellos «liquidadores»: «En lugar de fusiles, nos dieron palas. Cavábamos los basureros, las huertas. Las mujeres de los pueblos nos miraban y se santiguaban. Llevábamos guantes, mascarillas, trajes de protección. El sol caía a plomo. Y aparecíamos en sus huertos como demonios. Como unos extraterrestres...». Sobran todos los comentarios.

Entre las más de trescientas especies de flora protegidas de Castilla y León se encuentra el geranio de prado, una herbácea perenne que crece  a unos 1000-1500 m en prados y herbazales megaforbios  de orla de bosques, que está presente en casi toda Europa y parte de Asia. La construcción del embalse de Riaño supuso para él su desaparición en León. La inevitable suerte que suelen correr algunos seres vivos inadvertidos en ecosistemas amenazados.  
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