Érika sueña con caminos de colores

Érika Fernández, de tan solo 7 años, primero dio una lección de madurez no queriendo salir de casa pese a ser una inquieta niña que se pasaba el día en el parque; y ahora ha descubierto los "caminos a la felicidad" y cada día suma piedras a los dos que está construyendo

Fulgencio Fernández
17/05/2020
 Actualizado a 17/05/2020
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«Es increíble como cada día nos da lecciones de  fortaleza». Lo dice Silvia Gutiérrez y se refiere a su hija, de tan solo 7 años, Érika Fernández, una niña de esas inquietas, alegres —«no paraba en casa. Entre el colegio, las clases, las actividades extraescolares, el parque, los amigos, estaba en casa lo mínimo pues le daba igual que lloviera o nevara, ella a la calle»— que parecen incapaces de estar quietas pero...

Pero, de repente, llegó aquel viernes del mes de marzo y hay que contarle que se tiene que quedar en casa, ni amigos, ni parque, ni colegio. «Teníamos miedo de cómo se lo tomaría. Su padre y yo nos alternábamos en nuestros  trabajos para poder estar con ella. Y, además, no había fútbol, que le encanta, no televisaban partidos de su Barça, ni siquiera  puede practicar la lucha con su ‘amiga’ Miriam Marcos, a la que se agarra cada vez que la encuentra, porque ella dice que de mayor quiere ser como Miri, futbolista y luchadora».
Pero ahí llegó la primera sorpresa para los padres de Érika pues la niña « se quedaba en casa sin ninguna protesta, sin quejarse, muy tranquila, porque sabe que ‘ahí afuera hay una enfermedad’ y es ella la que no quiere salir por culpa del bicho. Es curioso, acaban siendo los niños los que nos animan a los mayores, incluso los que son tan inquietos como Erika», reflexiona su madre, que veía cómo sus temores eran infundados.

A falta de calle, la pequeña terraza de la casa se convierte en un miniparque donde pasa horas.  Hasta que un día encuentran en el instagram de su amiga Mony Monito de Villaobispo que había hecho un camino de piedras hacia la felicidad. Rápidamente Érika quiso hacer su propio camino y decidieron que éste saliera de la puerta del Parque de la Granja, donde tantas veces jugaba. «Comenzó a pintar piedras con una ilusión increíble, no se cansaba. Y después estaba muy ilusionada por salir cada día, aunque fueran cinco minutos, a ver su camino. En aquellos días de lluvia y frío su camino no crecía pero ella seguía igual de ilusionada, estaba cada día esperando el momento de ir a verlo».
El siguiente paso fue crear otro nuevo camino, que saliera de la ventana de su clase en el colegio, para que mis amigos y mis profesores puedan también participar de mi camino. Y ca creciendo cada día el camino. Y la ilusión de Erika. Y el entusiasmo de otros niños, sus amigos que, dice su madre Silvia Gutiérrez, «cada día nos dan lecciones de  fortaleza».
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