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Erasmo, otrora Mirantes

17/06/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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Aleluya! He sido bautizado como Otrora. El padre Godón eligió Erasmo para mi llegada a una nueva vida pasada. Bajo un cielo de vencejos y postales bañezanas, en la Plaza de los Cacharros, como marca la tradición, recibí emocionado el sagrado chorizo y el sacramental pescozón. Ocurrió rodeado de tan notables vecinos como Teodomaro, Eladio y Eladia, Apolonio, Petronila, Teodoro, la niña Restituta, Benevaldo y otros muchos cuyos nombres que no caben aquí, como no cabría en toda la comarca la gratitud que siento hacia ellos por concederme el honor de pregonar casi en el Teatro Municipal la festividad del Vencejo y volver a la infancia de otras épocas en las que nunca viví más que en relatos de mis mayores.

Con la lechera sin leche, pero llena, sin la compañía de la mastina y la ratonera, yo llegué como ‘beta vulgaris pormaniensis’ y regresé molido de la Ciudad Mercado, aunque con la mayor riqueza posible. Molido a golpe de ripios, de hogaza y salchichón, de peonza y tirasoga, de dulzaina y tambor, de un tres de triunfo comido por la espalda, de tirachinas y, en resumen, de horas de antaño, que son un bálsamo para el día a día de hoy.

En La Bañeza, por fortuna, quedan comercios a los que premiar, nobles vecinos que los premien y ‘titanluxes’ como Gaudencio y familia para recogerlos. Otros no pueden decir lo mismo. Y es una tragedia. No de las tragedias diarias de pueblo, sino la tragedia de la desaparición, que empieza con las generaciones que ya viven con la tragedia de que no les suene nada de esto. Pero ahí están desde hace años los Otrora para, por lo menos, rescatar con buen humor y originalidad la memoria de unas cuantas generaciones.

Cuando llamé a Patrocinio y le dije que me había llamado Torcuato me caló su respuesta: «Te han hecho pregonero», me dijo. Y así fue, me lo hicieron bien y yo satisfecho. No pueden tener más razón cuando gritan «¡Qué suerte ser vencejo¡».
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