Eran 3, son miles

Aun las recuerdo a las tres sentadas en el aula. Eran los primeros días de su llegada a la universidad, a la vida, pues las tres habían elegido dedicarse al estudio de todo lo vivo, por entender que solo cuando se conoce lo que te rodea puedes tomar decisiones de futuro, no de tú futuro, sino del futuro de todos. Estaban, las tres, repletas de entusiasmo que refulgía en el brillo de sus ojos, en el movimiento inquieto, en la constante necesidad de conocer, de saber, de ir un paso más allá. Las tres fueron alumnas extraordinarias, de esas que quedan ancladas en tú memoria, por lo que ofrecieron, por ir mucho más allá de lo que era estrictamente obligado para una formación académica pública, donde el esfuerzo es, al menos lo era, obligado. Aquí no se regala nada. Quizás en otras universidades, quizás a otras mujeres, sí. Las tres quisieron transitar por ese maravilloso camino, lleno de precipicios y de afilados cuchillos, que es la investigación en España. Las tres dieron los primeros pasos con valentía, con decisión, con energía y mucho esfuerzo. Cada una de ellas eligió un camino diferente, un lugar diferente, un destino diferente. Pero las tres tenían un mismo objetivo, saber, conocer, descifrar la madeja enmarañada de la vida, de lo vivo, para avanzar todos. Las tres comenzaron esa lucha. Las tres siguen en la lucha, aunque no para todas ellas la investigación sigue siendo su camino, no todas consiguieron sobrevivir al despiadado sistema de expulsión de lo mejor que tenemos, que teníamos. Ellas tres pueden vivir fuera del sistema público de investigación. El sistema no podrá sobrevivir sin Ana, sin Charo, sin Brisa, sin tantos miles de los expatriados y exiliados, sin tantos de los mejores que hemos expulsado de nuestro futuro de investigación pública. Mientras sigamos fijando nuestra atención en lo banal, filtrado y digerido, no prestaremos atención a lo realmente importante. Nuestro futuro nos aguarda, con los brazos abiertos o con los puños cerrados. Elijamos.