Era ateo, pero ahora creo

Por Alejandro Cardenal

10/11/2021
 Actualizado a 10/11/2021
Los jugadores de la Deportiva festejan el triunfo en Lugo. | LALIGA
Los jugadores de la Deportiva festejan el triunfo en Lugo. | LALIGA
Desde que empecé a trabajar en esto del periodismo he mantenido una relación de amor-odio con el deporte en general y el fútbol en particular.

Sí, he tenido el móvil petado de notificaciones de Mismarcadores las 24 horas del día, he hecho el Koeman en tropecientas ligas de Biwenger y he perdido horas de sueño para ver a los Timberwolves hacer el ridículo porque me enamoré de un logo cuando tenía 8 años, pero la verdad es que he pasado de ser un loco, casi un obseso de la pelotita, de estudiar jugadores, tácticas y movimientos con y sin balón a mirar toda esa parafernalia con desdén.

También he pasado de perder el apetito o estar de uñas durante días cuando el Zaragoza perdía o la Ponfe se metía en líos a verlo todo con un pragmatismo casi funcionarial. Cosas de hacerse mayor, suponía.

De hecho hasta este sábado pensaba que la razón de esta metamorfosis era muy simple, la pasión por un deporte o unos colores se había apagado. Pero me equivocaba, la llama sigue ahí, simplemente necesitaba avivarse.

No me malinterpreten, esa gente que se empeña en disfrazar el fútbol de ciencia, que habla de contextos, recursos y demás mamarrachadas me da vergüenza ajena. Todas esas milongas se las dejo a los De la Barrera de la vida. Pero sí tengo que reconocer que pocas cosas son capaces de removerte el alma como el puñetero fútbol.

Así que, aunque su canción me parezca una crimen contra la humanidad, voy a parafrasear a C Tangana y confesar que era ateo, pero ahora creo.

El sábado me dieron el mayor susto de mi vida. Poco importan las veces que hayas escuchado aquello del «es ley de vida» o las habitaciones de hospital que hayas visitado ya, cuando parece que tu pequeño mundo está a punto de desmoronarse nunca vas a estar preparado. Y yo no fui la excepción.

El caso es que, estando en la mierda más absoluta, a mi móvil llegó una de esas notificaciones de las que hablaba al principio. «¡Gol! Lugo 1 - [2] Ponferradina. Min. 90 + 4. Sergi Enrich».

Definir mi reacción como «celebración» sería como catalogar como expresionismo abstracto la postal que le hice a mi madre por su cumpleaños cuando estaba en la guardería, pero, durante una millonésima de segundo, en el peor día de mi vida sentí algo parecido a la alegría.

Así que solo puedo decir, en minombre y en el de los que han vivido o vivirán una situación similar en el futuro. Gracias Sergi, gracias Deportiva. Por hacernos más llevaderos los malos momentos. Por hacernos vibrar en los buenos. Por recordarnos que nunca hay que perder la esperanza.
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