19/03/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Mañana, que es 20 de marzo, empezará la primavera y el día tendrá la misma duración que la noche. A mí me gustan los días crecientes de la primavera, las flores rosadas de los prunos, los narcisos, lirones, gritsándanas o capilotes (¡cuántos nombres para lo hermoso!) y las margaritas de los prados que verdecen de un día para otro sin que se sepa muy bien cómo es posible. Y también los cielos estrellados de sus noches, a veces templadas, como ha ocurrido esta semana, con esa luna luminosa menguando a pasos agigantados. Mañana ocurrirá también que hace más de dos milenios, en el año 43 antes de Cristo, nació en la húmeda Sulmona, la actual región de los Abruzos, el poeta Ovidio. Lo cuenta él mismo en sus ‘Tristia’ de una manera enrevesada, muy del gusto de la época, cuando afirma que vio la luz el primer día de las fiestas llamadas Quinquatria, dedicadas a Minerva, la diosa protectora de las mil ocupaciones, a la que ofrecían presentes cardadores, tejedores, carpinteros, médicos, maestros, cordoneros o poetas. Estas últimas noches, frente a mi ventana, he podido ver la constelación de Orión, el cazador. Y el brillo magnífico de Sirio. Y Aldebarán. El mismo cielo que alguien ha visto hace dos mil años y que emocionará a otro dentro de varios milenios. El firmamento que determinó la imposibilidad de mentir de Abenámar, aquel moro del romance fronterizo que aprendimos en la escuela, o la estrella que guió los pasos de los magos de Oriente que lo fueron todo en nuestra infancia. Cuantos aquel 20 de marzo del año 43 a. C. miraron a aquel cielo infinito, vieron Saturno, Altair o Antares, el corazón de Escorpión, una estrella enorme y brillante que en esta época se ve a simple vista a última hora de la noche. Y probablemente asistieron a la lluvia de las Nórmidas que salpicaron el espacio después de la media noche. Poder saber cómo fue la noche del día en que nació Ovidio es algo que quienes solo tenemos en nuestro haber una formación humanística, nunca le agradeceremos bastante a la ciencia.
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