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Envejecer sin dignidad

17/02/2020
 Actualizado a 17/02/2020
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Ha muerto George Steiner, ‘El último europeo’, como le llamaban algunos. Crítico literario y sabio a la antigua usanza, lo había vivido y leído todo. A este cronista le recordaba a aquel Don Antonio G. de Lama de su juventud, al que acudíamos varias generaciones de inquietos recalcitrantes leoneses paracomentar nuestras dudas, que eran muchas y de muy amplio espectro, buscando en su palabra de sabiduría unas respuestas que no encontrábamos en ningún otro sitio.

Ambos sabían mucho también de poesía. «El poema que vive en nosotros cambia como nosotros»,sostenía Steiner. Lo que uno escribe en la juventud entusiasta y en determinadas circunstancias no está en la misma onda que lo que escribe en la vejez cansina y dura. Pero, eso, claro, siempre que el sujeto cambie, evolucione, aprenda; cosa no demasiado común en ciertos medios. Porque todos sabemos de algunos, tal vez muchos, acaso demasiados, que no cambian, o que, incluso empeoran.

Pero hay una cosa, una cualidad, un valor, que se aprende desde entonces y se adopta para siempre, como un emblema, como un lema, como aquel «Nobilitas manet, pecuniae deficciunt» (La nobleza permanece, las riquezas se agotan), que figura en el escudo de los Sosa, de Vidanes, en la que vino al mundo el Padre Isla. Y esa cosa es la dignidad. Algo que mantiene al individuo en vilo, alerta, como si no hubiese vivido en medio de avatares y peligros, como si no hubiese previsto la muerte. «Es un horror envejecer sin dignidad», decía Steiner.

El cronista se pregunta si en estos tiempos, tan abducidos por la política y los políticos, una y otros con más ribetes de volatilidad que de otra cosa, si esa palabra y esa idea de vivir con dignidad no habrá quedado barrida definitivamente. Estos políticos que mienten compulsivamente sin que se les detecte ni el más mínimo sonrojo, que prevarican, que engañan, y que a loúnico que le son fieles es al generoso estipendio que cobran de nosotros, estos que aceptan ponerse al frente de lo que sea sin estar preparados para ello, y que reparten galardones de todo tipoentre sus afines y deudos, estos no deben conocer siquiera el significado de esa palabra que tanta importancia tuvo y tiene en las conciencias de algunos.

Y así podemos enterarnos, un día sí y otro también, de las tremendas tropelías cometidas por tipos que siguen envejeciendo sin dignidad entre nosotros sin que se detenga el mundo. De una da cuenta Javier Callado en este mismo medio (6.2.2020) «El fraude de ley de los fondos del carbón, desviados para cubrir gastos ordinarios de la Junta…»
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