Entrenando y aprendiendo

03/05/2017
 Actualizado a 01/09/2019
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Es fiesta mayor, con pendones y pendonetas, con telas nuestras al viento, con vírgenes en procesión, con miradas suplicantes al que tiene la llave de los milagros. Es fiesta mayor y más para estos niños, a los que ya dejan lucir los símbolos, pasearlos y que disfruten de cómo las gentes comentan su presencia al verlos pasar.

Son la cantera de la fe y las tradiciones. Están aprendiendo la resignación o el baño de realismo de sus mayores, están asimilando que cuando en la vida les vengan mal dadas más les vale mirar al Cielo y pedir un milagro que mirar al presidente y pedir una solución. Lo lógico sería lo segundo, la realidad es la primera.

«La costumbre es media vida» decían las viejas ordenanzas y ella nos lleva de procesión. Y leemos en los periódicos que «los procuradores de la tierra aprobaron la petición», llegada desde diversos pueblos de la comarca, de que saliera la Virgen milagrera para combatir la sequía. Unos kilómetros más abajo los munícipes capitalinos acusan a Puigdemont de ser el causante de los males que asolan a esta tierra y así le parece también al Cabildo Isidoriano que, a fin de cuentas, lo que quiere es que el Ayuntamiento «pague la cera».

Hoy leemos que hemos puesto el futuro en manos de los milagros —eso ya lo hacía la ministra de Empleo— y ayer leíamos que somos los leoneses los españoles que menos salimos a la calle. Para protestar, se entiende, en el ránking de procesiones estamos en cabeza, no lo he visto pero lo intuyo.

Y los sindicatos le van a pedir al Santo Milagrero para los trabajadores... Autonomía para León.

Yo te digo que alguien tiene una pedrada en la cabeza, y no son los niños de la foto.
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