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Entren en sin picar

25/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Viendo el cartel del ‘inodoro’ –yo creo que es la taza del vater– del bar de Viñayo (viñeta superior, que decían los clásicos del género) me vienen a la quijotera algunos de los carteles de bares, váteres y otros coleópteros que te vas encontrando por la provincia y que se salen de los clásicos de «hoy hace un gran día ya verás como viene alguien y lo jode» o esas frases que escriben en las pizarras y paredes tomadas de un manual de autoayuda o una página de pensamientos filosóficos para fácilmente impresionables del tipo de «si buscas una mano dispuesta a ayudarte la encontrarás al final de tu brazo».

El gran clásico de invitarte a entrar a la tasca estaba en la puerta del teleclub de Argovejo, un pueblo que tiene mucha tela, y decía así «Entren en sin picar».
¿Conoces mejor forma de incitarte a entrar? Abierto siempre, y para los que no abrían siempre inventó El Pajarín de Matallana, un maestro de la imaginación y la socarronería, otro cartel que lució durante meses en el garito que regentaba en medio de las Hoces de Vegacervera: «Este negocio no abre todos los días». Es decir, si llegabas y estaba cerrado quejas las justas, que avisado estabas.

No acababa ahí la sorna. Tenía una televisión que encontró en la basura, sin antena, en la que permanentemente había nieve en la pantalla. El Pajarín decía cada poco: «Niña, mueve la antena, que no entra Canal Plus».

Y para cuando quería cerrar pero los clientes se habían metido por la canción popular tenía otro cartel: «Aquí no se prohíbe cantar... pero el local tiene muy mala acústica».

Un día, regresando del corro de Prioro, por La Vega de Almanza o así, buscaba wi-fi para conectar el portátil. Vi a un barbado paisano a la puerta del teleclub y pregunté:

- ¿Sabes si tienen wifi ahí? 

- Ni idea, yo bebo Larios, pero tienen de casi todo.

No sé si iba conmigo la cosa, pero al año siguiente cuando pasé había un cartel: «No tenemos wifi... ni quien nos lo ponga». Recibido.
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