20/06/2020
 Actualizado a 20/06/2020
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A falta de las temidas notas, este atípico curso escolar va llegando a su fin. Este año ha sido tan rápido como extraño. Parece que fue ayer cuando nos despedíamos en el patio del colegio, pensando que el confinamiento tendría una corta fecha de caducidad, pero han acabado por ser tres largos meses, fundamentales y necesarios, que nunca volverán.

A mí, nunca me gustó el colegio y sólo de pensar en los pupitres, comienzan los sudores fríos, hasta el punto de que tengo que afeitarme dos veces como Juan Belmonte horas antes de hacer el paseíllo. Por tanto, si existe una etapa feliz y entrañable, esa en la que sobre todas las cosas deseas estar más tiempo en el colegio que en casa, y en la que levantarse y ponerse el uniforme es una auténtica fiesta, esa es la etapa de infantil.

Robarle a un niño de cuatro años tres meses de los que seguramente sean los momentos más deliciosos de su vida es una gran putada. Porque el tiempo pasa muy deprisa, y más pronto que tarde, comenzarán a vivir en un mundo donde el levantarse ya no será tan dichoso, y donde los profesores no te despedirán con un beso en la frente, ni te cantarán las lecciones moviendo la cabeza al ritmo de la música.

Y en esas nos vemos muchos padres, con otros tres meses más inciertos por delante, en los que no sabemos qué hacer porque llega el incierto verano.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que había piscinas, ludotecas y parques infantiles. Estos días yo tengo un lío que no me aclaro, leo que algunos ayuntamientos deciden abrir las piscinas y que otros muchos no, que en algunas localidades se reservan el derecho de admisión únicamente para los residentes o inquilinos con contrato en regla, y que en muchos clubes hay que apuntarse antes para pedir cita.

Y ante este debate, siempre está el típico humorista que dice la famosa frase de: «Pues iremos al río, como hace años».

El que dice eso ha ido poco al río. No sé ustedes, pero uno de los peores recuerdos de mi infancia fue el maldito río. Madrugar para irte con el Ford Fiesta porque tu amado padre quiere pescar y oxigenarse, es una gran jodienda. Así que el haber pasado muchos días en el campo, con tu hermana tres años más pequeña y con un balón Tango, deja su impronta, muchas taras y cientos de cigarrillos perdidos.

Por tanto, dejemos el río tranquilo, y quítense de la cabeza esas imágenes idílicas de la botella de clarete refrescándose con la corriente de agua, mientras sobre la mesa plegable, una familia feliz juega a la ‘perejila’, y vamos a ver si nos organizamos con las piscinas, que este verano se presenta movidito y muchos papás estamos a punto de entregar la cuchara.
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