16/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Solía decir cada año al llegar la primavera que se está mejor pisando verde entre vacas que pisando asfalto entre paisanos. Hasta ahora había sido una expresión que servía para dejar clara mi vocación de poder irme en algún momento a vivir al paraíso redipollejo, pero coincidiendo con las celebraciones de San Isidro, me he dado cuenta de que se está mejor entre vacas es realmente así, porque el ambiente también se vuelve irrespirable entre los paisanos de los pueblos cuando se acercan las elecciones. «Quedamos cuatro y andamos a hostias», me decía esta semana un veterano político del sur de la provincia que hacía extensible esta situación a muchas zonas de la provincia. Es como si esa nueva política que padecemos en el panorama autonómico y nacional –la de ir contra el de enfrente porque sí y con independencia de que diga una cosa o la contraria– se hubiera extendido a nuestros pueblines, que a mis ojos eran hasta ahora el último reducto del paisanaje y la altura de miras a la hora de hacer política. Pero nada más lejos de la realidad. Algunos que se tendrían que ir a su casa pretenden seguir a toda costa y llegan incluso a cambiar de siglas o a inventarse unas nuevas para no hacerlo. Otros que únicamente quieren mandar por revanchismo –y por lo tanto deberían estar también en su casa– piensan más en el camino que en lo que harán si alguna vez llegan al destino. Y con todo esto solo conseguimos que nuestros pueblos sigan vaciándose, aunque ya digo que muchas veces lo mejor es estar entre vacas.
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