Entre trasgus y diañes

La Senda de la Mitología Leonesa, un camino a recorrer en la Montaña de Riaño

Christian Fernández
11/07/2022
 Actualizado a 11/07/2022
Una de la imágenes mitológicas que podrás encontrarte durante el trayecto en La Senda de la Mitología Leonesa.
Una de la imágenes mitológicas que podrás encontrarte durante el trayecto en La Senda de la Mitología Leonesa.
Resulta normal que los nombres citados en el titular resulten desconocidos a gran parte de los lectores. Totalmente proporcional, además, cuanta más baja sea la edad del susodicho, por no hablar de su geografía natal. No preocuparse, puesto que este verano tienes la oportunidad de sumergirte en lo más profundo de las creencias de esta tierra que en un tiempo, menos lejanos del que crees, atemorizaron o encantaron al niño y niña que las escuchaba. Y es que, antes de emprender esta aventura particular por la montaña oriental de nuestra querida provincia, conviene hacer un ejercicio de recuerdo y nostalgia.

Si tenéis la suerte de haber visto la película Coco, producción latinoamericana de Pixar que aúna en el Día de Muertos de origen mexicano, seguro que escucharíais la frase que Ernesto de la Cruz, el antagonista, le dice a Héctor, uno de los protagonistas: «Mi amigo, comienzan a olvidarte». El significado de la frase ahonda mucho más que en la simple desaparición del segundo mencionado cuando su hija, Coco, comienza a olvidarle. Resulta una perfecta metáfora de lo que hoy en día la sociedad leonesa padece: el olvido de lo suyo. Cómo, poco a poco, los pequeños detalles e historias que marcaron un pasado, van desapareciendo por el normal transcurso del tiempo.
Unas tradiciones, un habla milenaria, emblemas de una industria perdida y, aquí nos quedamos, leyendas y tradiciones que quitaron el sueño a más de uno en el pasado. El siguiente plan que vengo a proponerte te acercará no solo a la naturaleza, sino a un contacto directo con el mundo de la mitología leonesa. Porque sí, como en cualquier tierra, la del Viejo Reino también tiene un nutrido carrusel de seres mágicos y misteriosos. Así que este verano, cálzate las zapatilla de paseo, agarra el macuto con la botella de agua y el bocadillo (si es de cecina mejor que mejor) y adéntrate en los preciosos caminos que te deja la Senda de la Mitología Leonesa.Nos vamos al lingote de la corona leonesa como lo es el Parque Natural de la Montaña de Riaño y Mampodre. Allá donde los Picos de Europa se sumergen en un embalse que muchas vidas ‘arrebató’ para crear lo que son ahora los preciados Fiordos Leoneses. Sin embargo el habitante leonés muy visto tiene ya esa tierra al pie de los dos gigantes, Gilbo y Yordas. Seguro que, con el coche, bicicleta o a pie, habrás pasado, rumbo a la tierra que vio nacer a Imanol Arias, por un pueblecín hundido en el valle de Riaño llamado Carande; chincheta de partida de esta aventura odiseica. No te lo tomes con prisa, pues el misterio comienza nada más llegas a la localidad leonesa y te encuentras con el panel informativo de la ruta escondido entre chopos y álamos. Del agua venimos todos, y en el agua comienza este camino. Desde la fuente de Carande damos el pistoletazo de salida y, como en ese meme del episodio de Los Simpsons en el que elegir el camino de la izquierda, lleno de árboles y alimañas, o el de la derecha, más acogedor, somos valientes y vamos por el primero. Comenzamos la senda por el llamado ‘Camino de Valcayo’, donde rodearás en su totalidad el valle en el que te encuentras, siendo testigo directo de la majestuosidad del pico Gilbo, Las Pintas y la sierra de Hormas. Aquí el recorrido cambia de color cuando cambiamos Valcayo por Valdecolina. Todo el lucimiento del bosque cantábrico, con sus robles, hayas, acebos, avellanos y un largo etcétera, combinado con una privilegiada vista de las praderas atravesadas por un arroyo. No todo es llano, puesto que a la entrada precisamente de esta arboleda comienza la ascensión (nos encontraremos con un desnivel total de 245 metros) y, a modo de portero de discoteca, nos recibe el primer invitado: ‘La Vieya’l Monte’. Cuentan las leyendas más nuestras que esta gentil anciana vivía en una cueva en la montaña amasando siempre pan para los niños de los pueblos cercanos. Cuando los hombres finalizaban su dura jornada en el campo o la mina, la Vieya entregaba el pan envuelto en un paño para que estos se lo entregaran a sus hijos, ansiosos esperando en casa. Esta no te entregará ninguna rebanada de pan, pero será el punto de inicio, ahora sí, de esta mágica aventura. Conocidos sus secretos, toca continuar por el avellanal donde lo dejamos. Sorteando todo tipo de reguero y tronco hueco caído, casi sin quererlo, nos veremos las caras con alguien con el que no querrías cruzarte: el Trasgu. De naturaleza juguetona y trasta, el Trasgu se describe como un hombrecillo del tamaño de un niño, con un agujero en una de sus manos y un espíritu gamberro y un tanto picarón. Este mítico personaje, también compartido con Asturias, una vez entre en tu casa no la dejará, protagonizando trastadas como cambiar las cosas de sitio, romper vajilla por la noche o atemorizar a tus mascotas. No conviene quedarse mucho, no sea que adopte la forma de un pájaro y te siga hasta la saciedad. Seguimos avanzando y ascendemos un poco más hasta la campa de Palencinos donde, echando la vista atrás, te encontrarás las famosas Peñas Blancas asomando la cabeza de entre las copas de los árboles como si de brachiosaurios pastando frente al Dr. Allan Grant en Jurassic Park se trataran. Descendiendo por la ladera volvemos a sumergirnos de lleno en el hayedo. Aquí te pido que no avances, puesto que a tu derecha, a eso de 100 metros, encontrarás un desvío que llegue hasta nuestro tercer protagonista: la Moura o Xana. Esta criatura, descrita como una ninfa de las aguas asturleonesas, es lo menos que querrás encontrarte solo por el bosque. Y es que, como Ulises cruzando los mares plagados de sirenas, esta intentará encandilarte hacia su guarida, donde te atrapará y te sumergirá hasta el fondo de la fuente o calda donde habite. Echado el vistazo, retoma rápido al camino central y prosigue hasta finalizar el hayedo.

Justo al final, a modo de despedir el boreal paisaje, te dará la solemne despedida nuestra cuarta criatura: el Diañe o Diañu. El primo-hermano del Trasgu. De naturaleza igual de pesada que su pariente, pero con la habilidad de poder transformarse en vaca, burro o cerdo. ¿La finalidad? Colarse en el rebaño y hacer que los pastores tengan que ir tras él, creyendo que una de sus reses se da a la fuga. Cuando este ya se ha divertido bastante, y el dueño del ganado ya está bastante lejos y perdido, vuelve a su forma natural para mofarse del pobre pastor.

Llegamos casi al final. Prosiguiendo la marcha nos encontraremos con la Colladica d’en medio; donde un mirador con nombre particular nos regala una impresionante vista hacia Riaño y la Sierra de Hormas. ¿Su nombre? El mirador del Reñuberu. Uno de los seres míticos leoneses más queridos y respetados por los habitantes, en especial, de las zonas montañosas. Un genio que vive en las nubes con el poder de controlar el tiempo a su antojo. La leyenda cuenta que este anciano logró subirse a una nube a través de un rayo como si de Tarzán con una liana se tratara y, desde entonces, controla las tormentas y las tempestades según dicte su cambiante humor. Precisamente con él, finaliza nuestra epopeya. Tan solo un descenso, como todo el viaje, deleitándonos con el paisaje que nos abraza, hasta volver a llegar al punto de partida: el pueblo de Carande.

No será la más impresionante de León. Ni la más difícil, ni siquiera la más bonita. Y es la suerte de vivir en la tierra que vivimos. Pero sí podemos confirmar que, en cuanto a etnografía, en cuanto a nuestra riqueza más preciada, la cultural, la Senda de la Mitología Leonesa se lleva la medalla de oro. Una cultura casi desaparecida, la de los mitos y leyendas leonesas, contadas además en una lengua casi perdida están al alcance de tus manos este verano. Y… quién sabe. A lo mejor después de esto se te abre el apetito de descubrir qué seres más de nuestra querida mitología leonesa pueden cruzarse en tu camino.
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